7 enseñanzas provechosas del matrimonio

El matrimonio es una escuela. De hecho, es muy versátil. Puede ser un oasis, un reformatorio o un verdadero infierno. No obstante fue divinamente diseñado por Dios para ser una bendición. Mayor aun, fue la primera institución diseñada y bendecida por Él, así como el punto de partida del hogar, de toda la humanidad y de la sociedad.

Del recuento del primer matrimonio en Génesis extraemos 7 valiosas enseñanzas:

Comunidad. No era la intención de Dios que estuviésemos solas. Dios diseñó al hombre para vivir en comunidad. Él dijo: “no es bueno que el hombre esté solo...” (Génesis 2:18). Mientras es totalmente cierto que tenemos que aprender a vivir y ser felices en la compañía de Dios, no es menos cierto que humanamente hablando “mejores son dos que uno” (Eclesiastés 4:9). Son muchas las ventajas y de vital importancia la existencia del matrimonio a la manera de Dios (Génesis 1:26).

Bendición. Fuimos creadas para bendición de otros. Dice el himno: “Solo Dios hace al hombre feliz”, y nada más cierto que eso. No tenemos la capacidad ni es nuestra responsabilidad el hacer a los demás felices, ni aun al cónyuge, pero tampoco debemos ser el motivo de su infortunio. La soledad de Adán fue resuelta con la compañía de Eva y sus carencias con la “ayuda idónea” de su esposa (Génesis 2:18, 22). Dicho esto, la mujer fue diseñada tomando muy en cuenta las necesidades de Adán, la familia y la sociedad que habían de procrear.

Complemento. El hombre y la mujer son el complemento perfecto el uno del otro. Cada quien responde naturalmente en todas las áreas conforme a su diseño y la programación de su fabricante, Dios. Hay cosas que jamás comprenderemos simplemente porque es parte del diseño de Dios y no puede ser alterado. De manera que perdemos el tiempo tratando de “arreglar o cambiar” al otro; el hombre jamás pensará, reaccionará ni sentirá como la mujer. Más bien esforcémonos por trabajar y relacionarnos armoniosamente y en unidad.

Diferencias. La relación matrimonial o el noviazgo dependen en gran parte de la actitud y sabiduría de la mujer (Proverbios 14:1), porque fuimos diseñadas con esas habilidades. Los hombres llegan hasta donde nosotras le impulsemos y permitamos, a tal punto que podemos ser corona de su cabeza o carcoma de sus huesos (Proverbios 12:4). De manera que las discusiones llegan hasta donde nosotras determinemos. Eva sí persuadió a Adán pero no discutió con él; no le dijo “sí, pero yo no te obligué”, o “sí, pero te la comiste ¿verdad?”, o algo parecido. El hombre la culpó (Génesis 3:12) pero Dios intervino en su lugar (Génesis 3:14-21). Remitamos nuestras quejas al Señor.

Esperanza. Hay esperanza en medio del caos cuando Dios interviene. Él trae nuevamente orden y armonía. Somos diferentes y no hay remedio, pero nuestro diseño fue tan “inteligente” que aun en las diferencias nos podemos complementar en amor. El pecado de Adán y Eva acarreó dolor y grandes consecuencias negativas (Génesis 3:16-19, 22-24), pero también les proveyó la oportunidad de un nuevo comienzo y la esperanza de un Redentor para sus almas (Génesis 3:15).

Perdón. Adán y Eva dejaron todo atrás, siguieron hacia adelante y “nunca más” hablaron de su pecado o quién tuvo la culpa. Eso se volvió historia muerta y base para no cometer los mismos errores en el futuro. Si Dios está en el centro (Génesis 3:8) la relación puede restablecerse (Génesis 4:1). Perdonemos de todo corazón.

Mirada. Debemos mirar siempre hacia delante, puestos los ojos en Jesús (Hebreos 12:2). Aun las glorias pasadas deben quedar atrás porque nos impiden avanzar y alcanzar nuevas alturas. El peor enemigo del progreso y la transformación es el “siempre lo hemos hecho así”. No dejes que los eventos del pasado te agobien. Mañana te espera y está por delante con un mundo de nuevas oportunidades que Dios les provee a ti y a tu otra mitad, tu esposo.

Nuestras diferencias de diseño no fueron un error o al azar, fueron hechas adrede y son importantes dentro del plan de Dios para el matrimonio. Las mismas nos hacen necesarias y atractivas para con el hombre.

No busques casarte con alguien igual a ti o cambiar a tu esposo a tu manera. Entrégaselo a Dios quien tiene planes especiales para con él. Permítele ser conforme Dios lo diseñó para que alcance lo que Dios espera que sea para tu bendición y el de tu hogar. Dios es el mejor escultor de tu matrimonio.

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