A imagen de Dios

Cada una de nosotras posee una fotografía, una imagen mental de quién creemos ser. Esa imagen que tenemos se deriva del valor que creemos poseer. Así, nuestro concepto personal y nuestra autoestima están directamente relacionados con el valor que creemos tener y ese concepto, a su vez, afecta nuestro comportamiento (Proverbios 23:7).

En la Biblia encontramos el caso de Timoteo quien, por lo escrito por Pablo, parece haber tenido un concepto inadecuado de sí mismo. En su caso, lejos de tener uno alto o balanceado, era bajo. Tal parece ser, entre otras cosas, que dada su corta edad los hermanos le tenían en menos como ministro de Dios y Pablo ve necesario recordarle la fe de su madre y abuela, y las profecías sibre su labor ministerial (1 Timoteo 1:18).

En 2 Timoteo 1:7, le recuerda también que Dios no le había dado un espíritu de cobardía o timidez sino todo lo contrario. Vemos que en ambas cartas Pablo ocupó bastante espacio para equilibrar y fortalecer su autoestima. Lo interesante es que en todos los casos Pablo se basa en la labor de Dios en su vida y no en sus logros u ocupación personal. ¡Dios le había capacitado y llamado como siervo suyo, al igual que a nosotras!

El concepto saludable que encontramos en la Biblia es vernos a nosotras mismas como Dios nos ve. ¿Cómo nos ve Dios? A su imagen y semejanza. Nada más y nada menos. Esto implica, primeramente, tener una visión clara de quién es Dios y los valores que, por ser hechas “a su imagen y semejanza”, nosotras tenemos.  Nuestro sentido de valor se relaciona directamente con nuestro concepto de quién es Dios. Un concepto errado resultará en una autoestima distorsionada.

La recomendación de Pablo en Romanos 12:3 establece el balance correcto entre un autoestima exagerado (orgullo y superioridad) y un autoestima deficiente (inferioridad). Allí Pablo nos dice que no debemos tener un concepto “más alto” de nosotras mismas del que debemos tener. Aquí encontramos varias cosas:

- Tenemos un valor.

- Debemos estar conscientes de nuestro valor.

- Nuestro concepto no debe ser más alto que el valor que nos fue dado por Dios.

- Debemos de tener una idea equilibrada de nuestro valor; ni más alto ni más bajo.

Todo lo creado tiene un valor y nosotras, como creación de Dios, aún más. A la luz bíblica tenemos el valor de Cristo, pues Él pagó con su vida por nosotras. Es importante saber y reconocer esta colosal verdad pues su comprensión nos llevará a tener un concepto correcto y balanceado de nosotras mismas.

Un concepto adecuado supone una hermosa posesión y uno inadecuado un estorbo. Un concepto más alto que el otorgado por Dios resultará en malas acciones: orgullo, superioridad, arrogancia, autosuficiencia y hasta maltrato a otros. Uno más bajo dará como resultado una humildad errónea, baja autoestima, descuido personal, incompetencia y hasta amargura.

En ambos casos, alto o bajo, nuestra vida mostrará una pésima imagen de Cristo; pero un concepto correcto despedirá el olor de Su fragancia porque hará de nosotras personas espiritual y emocionalmente sanas y equilibradas.

El concepto correcto de nosotras mismas debe estar en armonía con lo que Dios dice de nosotras. Al formularnos este concepto la Biblia debe ser nuestra brújula y no nosotras mismas, otros, o nuestra comparación con otros. Quien tal hace “no es juiciosa” (2 Corintios 10:12).

Amadas, no tenemos que construir nuestro valor propio para poder amar a otros, eso ya nos viene dado por Dios y el amor que su Espíritu ha derramado en nuestros corazones. Tampoco tenemos que pensar menos de nosotras mismas. Si… éramos viles pecadoras, más ahora que somos de Cristo… somos grato perfume, olor fragante.

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