Abre nuestros ojos

Dios es omnipresente (Jeremías 23:24) y está obrando alrededor de nosotros (Deuteronomio 11:12), sin embargo, hasta que El Espíritu de Revelación abra los ojos de nuestro corazón es imposible verlo (Daniel 2:22). Aun después de que el Espíritu nos convierte, podemos perder nuestra enfoque y estar ciegas a lo que está ocurriendo, y hay ocasiones cuando el Señor encubre algo para nuestro beneficio (Proverbios 25:2) y no vemos lo que está presente.

Dios, a través del Espíritu de Revelación, es capaz de hacernos ver lo invisible y Él lo revela a ciertas personas en diferentes ocasiones. Eliseo tuvo la revelación del ejército de Dios y cuando su criado (Giezi) se llenó de miedo él le dijo: “No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos” (2 Reyes 6:16).  Y el versículo 17 nos enseña que “Eliseo entonces oró, y dijo: Oh SEÑOR, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el SEÑOR abrió los ojos del criado, y miró, y he aquí que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo.”

Vemos algo similar en la montaña en Moriah en Génesis 22. Dios mandó a Abraham a sacrificar a su hijo; ellos llegan al sitio, Abraham pone a Isaac en el altar, levanta su mano y Dios lo detiene; y leemos en el versículo 13, “Entonces Abraham alzó los ojos y miró, y he aquí, vio un carnero detrás de él trabado por los cuernos en un matorral; y Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”. El carnero estuvo presente, sin embargo, Abraham no lo vio hasta que El Señor abrió sus ojos.

¿Cuál es la diferencia entre aquellos que El Señor abre sus ojos y los que no? Primordialmente es la voluntad de Dios. Él es quien decide a quién revelar y cuándo hacerlo. Recordemos que Dios abrió los ojos del asno de Balaam y no al profeta (Números 22), demostrando que Dios no decide por la posición que uno tiene, por el trabajo o el servicio que uno está haciendo, sino que estas historias nos demuestran que es una de las formas que Dios utiliza para llevar a cabo Sus planes.

La vida de Eliseo demuestra que una vida de obediencia y oración nos lleva a un caminar íntimo con El Señor, donde la revelación fue para llenarlo del valor necesario para llevar a cabo Su plan. En ambos casos vemos que hay una guerra espiritual en la que nosotros estamos viviendo, sin embargo es invisible a nuestros ojos (Efesios 6:12). Por eso nuestra confianza debe ser totalmente en Dios, quien está controlando y ganando la guerra.

El Señor reveló a Giezi los ángeles en las montañas; sin embargo, 1 Juan 4:4 nos asegura que aun sin ver el ejército batallando por nosotros podemos confiar, porque “vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo.”

¿Cómo podemos entonces vivir con nuestros ojos abiertos a la batalla espiritual? Efesios 6 es bien claro. El versículo 13 nos dice: “tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes”. Los siguientes versículos nos explican los pasos necesarios: andar en justicia y en la verdad (14), y conocer y vivir la palabra (15-17). Y el versículo 18 termina enseñándonos que necesitamos una vida consistente de oración para que Dios pueda abrir nuestros ojos a las artimañas de Satanás.

Dios es quien ve todo lo que está ocurriendo y lo que el enemigo está orquestándo, y “no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla” (1 Corintios 10:13).

Confíe en Él y andad en Sus pasos “guiados por el Espíritu de Dios” (Romanos 8:14) para vivir la victoria que hay en Él (1 Corintios 15:57).

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