Actitudes triunfadoras (Parte 2)

Es sabio escoger las actitudes correctas que redundan en bendición, tal y como nos lo muestra el ejemplo de José.

Además de la actitud esforzada y la actitud carente de quejas, cuyo antídoto es el agradecimiento, José tenía una actitud de servicio y de compromiso.

El ser humano tiene tendencias egoístas por naturaleza, es parte de la herencia que el pecado nos ha dejado. Y eso se ve incluso desde muy pequeños. No nos gusta compartir. Queremos que nos sirvan y que primero se atienda a nuestras necesidades. Sin embargo, estamos puestos en este planeta para dejar una huella en los demás, para contribuir a su desarrollo, para servir a nuestra generación

José abordó su tarea con el deseo de servir al amo que ahora tenía. ¿Cómo lo sé? Porque solo alguien con un corazón dispuesto a servir puede ganarse la confianza y el favor de los demás en tan poco tiempo.

Como mujeres que anhelan vivir como Dios lo diseñó, necesitamos entender que existe una gran diferencia en cumplir con nuestras funciones porque “no tenemos otra opción” y hacerlo con una actitud servicial.  

El propio Jesús nos dio varias lecciones acerca de tener un corazón de siervos. Si el “Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Marcos 10:45), ¿cómo es posible que nos olvidemos de cuál es nuestro llamado? Hemos sido llamadas a servir.

León Tolstoi, el escritor ruso, dijo: “La vida es un lugar de servicio. La alegría puede ser real sólo si la gente ve la vida como un servicio y tienen un objetivo definido en la vida fuera de sí mismos y de su felicidad personal". Vivir solo para nosotros mismos es una vida demasiado pequeña y que no dejará ninguna huella tras de sí.

¿Quieres triunfar a la manera de Dios? Escoge una actitud de servicio a los demás, pero además súmale el compromiso y la excelencia.

José estaba comprometido a servir a su amo, de nombre Potifar, y a hacerlo muy bien. Su compromiso era tal que incluso cuando la esposa de este le propone tener relaciones, aquel joven hebreo se niega y sale huyendo. ¿Resultado? José va a parar a la cárcel.

No obstante, esa cárcel se convirtió en otra puerta de victoria para José que le llevó a un nivel muchísimo más alto: la corte del faraón.

Lo que quiero destacar aquí es que José triunfó por su actitud de compromiso. Dios premió la actitud de José.

En nuestra generación nadie quiere comprometerse con nada. Ni con el matrimonio, ni con la familia, ni con los trabajos. Y por eso la sociedad se está desmoronando frente a nuestros propios ojos. Sin embargo, una actitud comprometida es una actitud que produce resultados extraordinarios, nos gana el respeto de los hombres y el agrado de Dios, tal y como le sucedió a José. 

Una actitud comprometida dice: “Yo haré mi parte y la haré bien porque di mi palabra, me comprometí”.  El apóstol Pablo nos dejó una premisa por la cual vivir:

“Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente.  Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que el Amo a quien sirven es Cristo”, Colosenses 3:23-24.

Todo lo que hagan. Es decir, en la casa, en el trabajo, dondequiera que estemos, tenemos que hacerlo como para el Señor. Ese es nuestro compromiso. Y hacerlo “de buena gana”, es decir, hacerlo bien. Otras versiones dicen “de corazón”. No siempre lo hago todo “de buena gana”. No siempre quiero dar lo mejor, ni con excelencia. Pero si recuerdo que el Amo a quien sirvo es Cristo, entonces mi actitud tiene que cambiar.  

José vivía con tal nivel de compromiso y pasión por la excelencia que al llegar a la cárcel pasó de ser preso común a supervisor de los demás prisioneros. ¡Eso sí que es favor de Dios! Pero estoy segura también de que Dios se complacía en José porque veía las actitudes del corazón de este joven.

Y de eso se trata. Podemos engañar a quienes nos rodean, pero no a Dios. Él mira las actitudes de nuestro corazón. Y esas actitudes las escogemos tú y yo. ¿Qué tal si escogemos también estas dos? Seamos mujeres, esposas, madres, amigas, con un corazón dispuesto a servir, comprometidas con la excelencia, que lo hagamos todo como para el Señor. 

Ese es el diseño de Dios y, por lo tanto, una carta de triunfo. 

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