Amo a Cristo... pero, ¿qué hago con la gente?

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros”, Juan 13:35

Juanita ama a Cristo con todo su corazón, ella sirve en su iglesia local, participa en eventos evangelísticos y hace un gran esfuerzo por disfrutar las actividades grupales aunque se le dificulta un poco.

Es que ahí, en esos grupos... hay ¡GENTE! Y con algunas marcadas excepciones ella tiene serios problemas en cuanto a lo que a relaciones se refiere, las evita, las sobrevalora, le duelen... Las palabras "traición", "ofensa", "rechazo" hacen un hueco en su corazón cuando las escucha... Está convencida de que la vida sería más sencilla sin gente de por medio, aunque puede llegar a sentirse sola en algunos momentos... ¡Es complicado!

Al igual que Juanita, para muchas de nosotras la relaciones pueden ser algo complicadas; en mi caso, eran "lo" más complicado en mi vida, o al menos eso pensaba yo. Existir ya era demasiado difícil como para tener además que "existir con otros".

No quiero ser malinterpretada, tenía amigos y amaba a algunas personas muy a mi —pecaminosa— manera. Pero como mi "YO" estaba sentado en el trono, entonces los demás debían servirle tanto como pudieran y esto eran tan sutil que ni yo lo notaba, pero manipulaba, exageraba, usaba todos los medios para conseguir del otro lo que yo deseaba, su "amor", atención o cualquier otra cosa. Pagué un precio bastante alto en muchas ocasiones. 

Por otro lado tenía también que evitar todo lo que representaba una amenaza y me valía del sarcasmo, la indiferencia, y mi cara de perro enojado (¡esa siempre funciona!) para alejar a las personas que no deseaba cerca.

Esta historia seguiría ese mismo camino de no ser porque algo maravilloso sucedió…  Jesús llegó a mi vida y mi relación con Él ha ido cambiando lenta y progresivamente todas y cada una de mis relaciones. Me da paz saber que el guionista de mi vida ha seguido transformando este personaje, alabo Su Nombre por este nuevo capítulo en el libro de mi santificación.  

Su Palabra nos guía a través de este mundo, nos dice incluso cómo amar a los demás, qué hacer y qué no hacer, cómo hacerlo y Quién nos dará las fuerzas y el amor para lograrlo.

Puede que nos parezca que esto es una transformación imposible, ante nuestros ojos y en nuestras fuerzas quizás sí lo sea, pero Dios nos ama y no nos va a dejar iguales, Él quiere formar la imagen de Su Hijo en nosotras; quiere que seamos como Jesús y ese será también nuestro anhelo en la medida que nos acercamos a Él.

Cuando Jesús vino no solo nos reconcilió con Dios sino que reconcilió algo que estaba dañado desde la caída: nuestras relaciones con los demás... ¿Estás viviendo a la luz de esa verdad?

Por Clara Nathalie Sánchez Díaz

 

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