Apoyarte sobre otros no es la mejor opción

 "Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas…” – 2 Timoteo 4:17

¿Ha traicionado alguien tu lealtad? ¿Te has sentido sola en el camino?

Mientras escribo estas líneas sólo tengo presente en mi mente una querida amiga. Entre lágrimas y sollozos relataba cómo había sido abandonada por quien ella consideraba un gran apoyo. Mientras sufría su tristeza, deseaba profundamente el consuelo y la compañía de sus amigos cercanos.  

 Pablo comienza su antepenúltimo párrafo en la segunda carta a Timoteo con noticias lamentables: “Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo…”.

A través del recuerdo de aquella amiga, puedo sentir el latir de Pablo, dolido por la herida que Demas causó en su espíritu; dio la espalda a Pablo, a sus colaboradores, a toda la iglesia, pero primordialmente al evangelio de Jesucristo, y abrazó una vida contraria en todo sentido.

Son muchos los que siguen el ejemplo de Demas, y quienes seguimos caminando en Cristo hallamos una gran desilusión en nuestro interior. ¿Te ha pasado?  

Solas en el campo de batalla, deberíamos estar avanzando un poco más, pero nuestros compañeros de  vigilia, nuestras hermanas espirituales, nuestros líderes ya no están, y nos encontramos como Pablo extrañando la compañía de alguien más: “Timoteo añoro tu presencia aquí conmigo, ven pronto a verme”.  

La hermandad en Cristo es permitida por Dios para experimentar en ella consuelo, pero en última instancia el autor de la Consolación es Dios mismo en la persona del Espíritu Santo.

Aunque sólo Lucas estaba con Pablo en ese momento, sobrellevando entre los dos la pérdida de Demas y fuera de eso soportando los males causados por Alejandro el calderero, Pablo nunca atribuyó su consuelo a Timoteo su amado hijo en la fe, o a Lucas, su único compañero.

En momentos de soledad somos propensas en apoyarnos en otras personas, nos depositamos sobre ellos esperando que sepan cómo consolarnos y pronto caemos en el error de esperar recibir lo que ellos mismos no pueden darnos. 

Para que lo entiendas mejor, apoyarnos sobre alguien que nos ofrece su ayuda es como naufragar en alta mar sin un bote a la mano, desesperadas de ahogarnos comenzamos a chapotear y justo en plena angustia vemos a alguien cercano, nos abalanzamos sobre aquella persona tratando de buscar apoyo para levantar la cabeza y tomar una bocanada de aire, pero en la presión del intento la sumergimos y ahogamos sin darnos cuenta. 

Si Pablo se hubiera apoyado por completo en Lucas, lo único que hubiera logrado sería agotar los ánimos de su colaborador hasta que éste se hubiera asfixiado por el estado demandante de Pablo.  

Entiende que al apoyarte en otras personas exigiendo de ellas consuelo constante cuando pasas por un momento de desilusión, lo único que logras es exprimir las fuerzas de esa amiga en quien te apoyas, pronto tu amistad se secará por tu necesidad de satisfacción. Apoyarte sobre otras no es la mejor opción para salir a flote. 

Así como el apóstol, nosotras debemos procurar apoyarnos solamente en el Señor confiando que Él está a nuestro lado proveyendo fuerzas necesarias. Su consuelo es inagotable, lo maravilloso de apoyarnos en Él es que Él nunca se cansará de nosotras.

Él sin dudas pondrá en tu camino buzos espirituales de rescate para que a través de ellos experimentes alivio. ¡Aprovéchalo! Pero recuerda que Jesucristo mismo es la fuente de consuelo, puedes ir a su presencia y tomar de Él todo lo que necesites.

Cristo no se reserva sino que a sí mismo se da, todas las veces que lo necesites.

Por Angélica Jiménez

 

Loading controls...