Aprendiendo a compartir (Parte 3)

En el mensaje anterior vimos los primeros tres principios para tener en cuenta a la hora de diezmar y ofrendar. Aquí están los tres siguientes. 

4. El cristiano da generosa y sacrificialmente.

Cuando Jesús apuntó con el dedo a alguien para ponerle como ejemplo en el arte de dar, increíblemente apuntó a una viuda que había colocado solamente un par de centavos en el lugar de las ofrendas.  Hay una razón muy particular por la cual esta viuda fue señalada por el Maestro e incorporada eternamente en las páginas de las Escrituras: ella dio todo lo que tenía (Marcos 12:42-44).

La viuda en cuestión tenía todas las excusas del mundo para sentarse a la puerta del Templo, extender su mano y pedir. Ella era una “madre soltera”, era pobre, era un cero a la izquierda en la sociedad judaica (en cuanto a derechos y posición social, no era lo mismo ser un viudo, que ser una viuda en esas épocas), la Ley le permitía recibir ayuda por ser viuda y pobre… Sin embargo, esta mujer, en vez de extender su mano para pedir, extendió su mano para dar.

Hay una razón muy poderosa por lo que lo hizo. Esta mujer tenía algo que a muchos de nosotros nos falta hoy en día: carácter. Dice un buen amigo mío que “el dar es el símbolo de la riqueza, mientras que el pedir es el símbolo de la pobreza” (y no estamos hablando de riqueza y pobreza material). El que tiene un carácter maduro será también generoso.  Él que tiene de dónde dar, dará aunque no tenga.

5. El cristiano da en secreto.

En el centro del Sermón del Monte, Jesús dice a sus discípulos: “Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Cuando tu ayudes a los necesitados no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio” (Mateo 6:2-4).

La humildad es un elemento esencial al momento de dar a los demás. Practiquémosla en medio de la sociedad electrónica y rimbombante que vivimos.

6. La cantidad, en realidad, no es importante.

Como dijéramos anteriormente, la cantidad o el porcentaje de dinero no es realmente importante al momento de dar. Algunos pueden dar más, otros menos. Lo que realmente importa es nuestro “ser” interior y no nuestro “hacer” exterior.

Muchas veces me he encontrado con gente que me pregunta si ellos deberían dar el diezmo (indicando el dar el 10% de sus entradas de dinero) a la iglesia.  Hay dos cosas que generalmente contesto.

Primero, digo “Obedezca en ese tema a su pastor y sus diáconos. Ellos son sus líderes espirituales y si usted está de acuerdo en formar parte de esa determinada comunidad de fe, debe seguir la guía de sus líderes”. Segundo, generalmente aclaro que, en la antigüedad, la gente del pueblo de Israel no daba el 10% de sus entradas anuales al templo. Daba más. Esa actitud sólo demuestra lo poco que conocemos las Escrituras y el por qué hacemos lo que hacemos.

Lo voy a explicar: los judíos de la antigüedad tenían una sola cosecha anual, sin embargo daban tres diezmos: dos anuales y un tercer diezmo cada tres años. El primer diezmo era para ser almacenado en el templo (Números 18:21-32); el segundo, para las viudas y huérfanos del pueblo hebreo (Deuteronomio 14:22-29); y el tercero (cada tres años) para las viudas y huérfanos extranjeros (gentiles) que vivían en Israel (ver el mismo pasaje anterior). Entonces, los judíos de la antigüedad “diezmaban”, de promedio ¡el 23.33% anual!

Esto no lo digo para que algunos líderes religiosos empiecen a demandar el 23.33 por ciento de las entradas de sus feligreses. Lo digo para demostrar que lo que nosotros consideramos “diezmo” después de Cristo, no tiene un paralelismo literal con el Antiguo Testamento, sino que tiene un paralelismo con sus principios: el honrar a Dios como el verdadero dueño de todo lo que tenemos.

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