Aprendiendo a correr (Parte 1)

“La carrera de la vida cristiana es una carrera de distancia, no una carrera corta a toda velocidad”,  G. McDonald - “A Resilient Life” (Una Vida Resistente).

¡Cuánta verdad encierra ese párrafo! A esto nos manda la parte final del versículo 1 del Capítulo 12 de Hebreos: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. La palabra usada para “paciencia” en este verso, no se refiere a “esperar de forma pasiva” o a conducirse de forma lenta”, a hacerlo todo con “calma y tranquilidad”. En otras versiones se nos indica a correr “con perseverancia”.

En el idioma Inglés, la palabra utilizada es “resistencia”, refiriéndose a la capacidad que tiene un objeto de resistir grandes presiones. Entonces, correr con perseverancia, resistencia o paciencia no tiene que ver con rapidez, sino con firmeza.

El desarrollar “resistencia” es una labor diaria y constante. El Apóstol Pablo, en una de sus cartas a Timoteo, le ordena: “Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los ancianos te impusieron las manos.  Sé diligente en estos asuntos; entrégate de lleno a ellos, de modo que todos puedan ver que estás progresando. Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza. Persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen”, (1 Timoteo 4: 14-16).

Pongámoslo así: si estamos vivas, significa que estamos ya dentro de la carrera… ¡No hay de otra! ¡Tenemos que avanzar! Aquí hay una de dos: o corremos quejándonos todo el tiempo, o corremos a la manera de Dios.

El mensaje de Pablo a Timoteo suena como intimidante, ¿no? Así lo percibía yo. Siempre pensé: “¡Es demasiada exigencia! ¡Demasiada responsabilidad! ¡No soy biónica, ni superdotada! mucho menos una santa”… pero no hay otra manera de poder correr con resistencia si no se tiene una disposición y DISCIPLINA para hacerlo…  otra palabrita que nunca me ha gustado.

Algunos puntos a destacar para correr de la forma descrita en Hebreos, son:

1-      Debemos cultivar un carácter cristiano.

2-      Debemos estar preparadas ante las posibles “emergencias” de la vida.

3-      Debemos entrenar nuestra forma de pensar a la manera de Dios.

4-      Debemos siempre rodearnos de otros buenos corredores.

¡No te quites los zapatos deportivos... porque falta mucho más!

¿Qué obstáculos te impiden correr con perseverancia la carrera de Dios?

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