Aprendiendo a montarte en las olas de la vida (Parte 1)

“Pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”, Isaías 40:31 

Hay tantas cosas que podemos aprender observando la naturaleza que Dios ha creado (Romanos 1:20), sin embargo podemos aprender también con la respuesta del hombre a la misma, porque las leyes de la naturaleza fueron creadas por Él también.

Surfear es una de estas prácticas. Si has pasado tiempo en una playa donde hay surfistas, se puede notar que ellos nadan hacia las olas, se acuestan sobre la tabla y esperan, cada uno ansioso por “la ola grande”.  Sin embargo, es importante entender que hay muchas horas de práctica antes de llegar al punto en que pueden ponerse en la posición de espera.

Nadie puede ser un buen surfista sin ser un buen nadador, y para ser un buen nadador es necesario pasar horas y horas en el mar nadando bajo diferentes condiciones. Obviamente, para hacer esto es necesario desarrollar bien los músculos, porque no se trata solo de surfear sino de ser capaces de nadar en aguas turbulentas. En aguas tranquilas no hay olas y si no hay olas es imposible montarlas.

Por otro lado, la capacidad de balancearse sobre la tabla mientras se está en movimiento también es necesaria para ser efectivos al montarlas. Para mantenerse de pie en la tabla, es vital mantenerse enfocado en medio de la turbulencia, de manera que podamos responder de una forma estable y con fortaleza, controlándonos a nosotros mismos y controlando la tabla. 

Los últimos dos puntos, que son sumamente importantes desde el principio hasta el final, son la paciencia y la sabiduría. No podemos fabricar las olas sino responder a ellas y necesitamos reconocer cuáles son las mejores y cómo montarlas, lo cual requiere de mucha concentración.

Usted podría preguntarse por qué pasar tanto tiempo hablando sobre surfistas; sin embargo la forma en que ellos desarrollan su habilidad es muy similar a cómo nosotros aprendemos a manejar las turbulencias de la vida. “En este mundo tendréis tribulaciones” (Juan 16:33), y entonces tenemos que prepararnos para que la forma en que las manejamos traiga gloria a nuestro Dios.

Los surfistas pasan años en preparación para tener el gozo de montar una ola con éxito y surfearla hasta el final, trayendo gloria a sí mismo. Nosotros los cristianos tenemos la misma meta, tener éxito, sin embargo, este éxito no es según nuestras fuerzas, sino en la fortaleza de nuestro Dios (Juan 3:30) y para Su gloria y no la nuestra. 

Igual que con los surfistas, esto requiere pasar mucho tiempo en aprender e implementar la mejor forma para tener ecuanimidad en medio de la turbulencia (Romanos 12:1-2). El Salmo 130:5-6 nos enseña a esperar en El Señor, pero el versículo 6 nos demuestra que la espera es con esperanza: “Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana”.

Así como los surfistas están esperando de forma expectante la ola grande, confiando en que vendrá, nosotros esperamos en El Señor confiando que Su respuesta será justo lo que necesitamos. Él es perfecto y todo lo que Él hace es perfecto (Mateo 5:48), sin embargo, sus caminos no son los nuestros (Isaías 55:9).

Contrario a los surfistas que esperan la ola que quieren sin garantías de que la recibirán, nosotros tenemos la garantía de que Dios está en control de todo (Isaiás 45:6-7), Él hará lo mejor (Salmo 18:30) y ¡nunca enviará más de lo que podamos manejar! (1 Corintios 10:13). Nuestros músculos de la fe tienen que ser ejercitados en la espera para que se desarrollen y sean preparados para la dificultad cuando llegue. Las turbulencias de la vida vienen sin aviso y las horas que pasamos en La Escritura, en la oración y en el tiempo evaluando las circunstancias según los propósitos de Dios, nos preparan para cuando “la ola grande” viene.

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