Arregle sus cuentas con Dios

Le contaré la historia de un joven estudiante sudamericano que vivía en Alemania. Estábamos en un congreso juvenil en Bruselas, Bélgica, en la Vieja Europa. Entre la multitud de diez mil jóvenes que estuvieron ahí diez días estudiando la Palabra de Dios, se acercó un joven que hablaba español. Me animé enseguida a hablarle y él comenzó a contarme que tenía un problema tremendo y que necesitaba hablar con alguien; en ese momento no tenía tiempo, entonces un colega mío lo llevó a un lugar y conversaron tranquilos.

El joven le contó que estaba estudiando en Alemania y estaba a pocos meses de obtener el doctorado en medicina. Se había entregado a Cristo pero su conciencia no lo dejaba en paz. Dijo que con Dios tiene paz pero con los hombres no porque cuando obtuvo su grado universitario en Sudamérica lo obtuvo falsamente, copió varios exámenes y siente que ahora no merece lo recibido.

El joven lloró, le pidió perdón a Dios y dijo que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para remediar el engaño. Mi colega le dio un excelente consejo; le dijo que escriba una carta al rector de la universidad donde estudió, contándole lo que pasó, cómo le ha ido en los estudios en Alemania y que le pida su consejo al rector para que le de orientación.

Cuando el joven me vio de nuevo me dio un gran abrazó diciéndome que ahora tiene paz con Dios y con los hombres también.

No basta que arregle sus cuentas con la otra persona, es necesario que primero arregle sus cuentas con Dios. Él y Jesús lo saben todo, conocen su situación. Dice el salmista: “Dios conoce nuestra condición, se acuerda de que somos polvo. La confesión es un proceso que Dios demanda para nuestro bien, Él ya conoce nuestra historia.

A pesar de conocerlo todo, Dios le ama. La Biblia dice: “Dios es amor; De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo, Su único hijo, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vida eterna

Dios está dispuesto a perdonarle, la Biblia dice: “Venid a mí, dice Jesús, todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haréis descansar”; “Al que a mí viene, yo no le echo fuera”. Dice el profeta Isaías: “Venid luego y estemos a cuenta”.

Lo que debe hacer para arreglar sus cuentas con Dios es confesarle su culpabilidad, sus tropiezos, sus fracasos, su pecado. 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados Dios es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. En Romanos 5 dice: “Cristo fue muerto por nuestros pecados”. San Pedro dice: “Cristo murió por nuestros pecados, el justo por los injustos para llevarnos a Dios”.

San Pablo dice en 1Corintios 15: “Ésta es la nueva buena que predicamos, que Cristo fue muerto por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que fue visto por más de quinientos hermanos”.

No basta con confesar, la Biblia dice que hay que creer: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa”.

Me acuerdo de Antonio; tenía una vida turbia, era ingeniero y abogado, y cometió una serie de fechorías. Una mañana estaba por suicidarse por su desesperación, pero escuchó nuestro programa radial “Cruzada” y se despertó en él la fe en Jesucristo. Llamó por teléfono, vino a la oficina, se arrodilló, creyó en Jesús de todo corazón y se fue a su casa con la vida eterna. ¡Qué cambio en la vida de este hombre, en la de su mujer y sus dos hijos que hasta entonces vivían como agnósticos ignorantes espirituales!

No basta confesar y creer, la Biblia dice que hay que recibir: “A todos los que le recibieron a Cristo, a los que creen en su nombre, Dios el padre les da poder de ser hechos hijos de Dios”. Jesucristo le dice: “Yo estoy a tu puerta y llamo, si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré a ti y cenaré contigo y tú cenarás conmigo”.

Incline su cabeza, confiese a Dios su pecado, dígale a Jesucristo que cree en Él y recíbalo en su corazón por medio de una oración, y usted va a tener la conciencia limpia por toda la eternidad.

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