Asegúrese de darle a Dios el crédito por sus victorias

Niccolò Paganini fue un virtuoso violinista y compositor que vivió en Europa al comienzo del 1.800 y se consolidó como uno de los más grandes violinistas de todos los tiempos. Su técnica mientras tocaba el violín era incomparable. Sus composiciones eran únicas y de estilo vanguardista. Su forma de tocar piezas suaves era tan bella que sus audiencias con frecuencia reventaban en llanto; pero también interpretaba algunas piezas con tal vigor y velocidad que un oyente en un concierto en Viena se volvió medio loco y declaró por días que había visto a Satanás mismo ayudar al violinista en el escenario.

Paganini fue conocido por ser dueño de algunos de los violines más prestigiosos de su época y recolectó una gran cantidad de historias interesantes acerca de cómo ganó y perdió algunos de sus preciados violines. Una historia en particular resalta sobre todas.

El músico acababa de aparecer en el escenario para comenzar un concierto en particular. Mientras la audiencia recibía al virtuoso con un feroz aplauso, él se percató de que algo no estaba bien con el violín que tenía en la mano. Miró el instrumento y se dio cuenta de que no estaba sosteniendo su mejor violín. Se disculpó mientras desaparecía por detrás del escenario para tomar el instrumento correcto y quedó en shock cuando se dio cuenta de que su precioso Stradivarius había sido robado. Después de permanecer detrás del escenario por un momento, salió de nuevo a la plataforma para dirigirse a la audiencia. Con confianza absoluta, Paganini declaró: “Damas y caballeros, ahora les demostraré que la música no está en el instrumento, sino en el alma”. Él, entonces, interpretó la pieza más dramática posible, llevando a la audiencia a una eufórica ovación de pie al final.

Al leer esta historia tan particular en la vida del compositor, pensé acerca de un Salmo escrito por el Rey David, donde él atribuyó todos sus éxitos en batalla a la fuerza de Dios, no la suya propia. Él escribió: “Estos confían en carros, y aquellos en caballos; más nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria".

Victoria. No hay nada más dulce que poder realizar un sueño, ganar una batalla difícil, o simplemente obtener éxito al ejercitar un don dado por Dios. No hay nada como eso. Pero creo que por más emocionante que sean unas victorias, ellas también poseen un serio peligro. Nos podemos engañar a nosotros mismos al creer que nuestro éxito fue obtenido únicamente a través de nuestra fuerza y mérito propio, con frecuencia olvidándonos que somos recibidores de la gracia y el favor inigualable de Dios.

Aunque podemos propiamente decir que nuestro arduo trabajo, habilidades y diligencia nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y sueños, nunca debemos olvidar que nuestra confianza no debe descansar únicamente en nuestros recursos. Por lo contrario, debemos recordar colocar nuestra fe en algo que nuestras enfermedades no puedan destruir y que la falta circunstancial de recursos no pueda detener – el poder que no cambia de un Dios sin límites.

Así como la música majestuosa de Paganini no cambió con un instrumento inferior, me siento retada a recordar a diario que los propósitos de Dios y Su poder para alcanzarlos no cambian con las circunstancias de la vida. Y así como David reconoció que sus victorias no fueron ganadas por sus recursos tangibles y la fuerza militar que poseía, debemos recordar el reconocer la mano de Dios y Su favor en cada victoria que ganemos.

Es realmente una opción deliberada y personal que elegimos. Y yo personalmente elijo no poner mi confianza en instrumentos que se pueden perder o pueden ser robados, o en carros o caballos para ganar las batallas que enfrento. Elijo confiar en el nombre de mi Dios, cuyo carácter nunca cambia, sus planes para mí son perfectos y cuya fuerza en batalla es incomparable. Aún si estoy en un valle o parada en la cima de una montaña, esa verdad siempre será la canción de mi corazón y la fuerza de mi alma.

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