Celebrar no es solo para días especiales

Cuando era niña me encantaba revisar el aparador en casa de mi abuela. Allí ella guardaba las vajillas, los cubiertos y todas las cosas lindas para los días especiales. Eran dos vajillas inglesas, una con adornos azules y la otra con adornos rojos. Ambas estaban destinadas para mi prima y para mí, para que cuando creciéramos tuviéramos una vajilla linda cada una. Eran un recuerdo de familia.

Cuando me casé, mi abuela me regaló la vajilla. Seis años después nos fuimos del país y la vajilla quedó atrás. Aquí tengo ahora dos o tres piezas, como recuerdo de mis abuelos y también de mi infancia. Viviendo en Cuba la usé en algunas ocasiones. Siempre me ha gustado poner una mesa linda, con todos los detalles. Herencia de mi abuela y de mi mamá. 

Hoy, después de almorzar, mientras me preparaba un té, pensé cómo a veces guardamos las cosas solo para los momentos "especiales" de la vida. Y es verdad que hay momentos así, que ameritan cosas especiales; pero como lo indica su nombre, por ser especiales son pocos. Son más los cotidianos, los del diario, los que damos por sentado pero que no sabemos cuándo terminarán.

Así que en lugar de usar una de mis tazas de lo cotidiano, decidí sacar de mi aparador una especial. Usé la que recibí de regalo de Navidad de una amiga a quien quiero mucho. La taza es tan linda ¡que nunca antes la había usado! ¿Por qué lo hice hoy? Porque vale la pena disfrutar cada día como si fuera algo especial.

En verdad lo son. Cada día es una oportunidad de vivir, de reír, de compartir juntos en familia, de disfrutar las bendiciones que Dios nos da. A veces esperamos tanto a que llegue “ese momento” que la vida se nos va entre las manos. 

“Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos…que el hombre nunca sabe con qué habrá de encontrarse después” (Eclesiastés 7:14).

Sabias palabras de un hombre que aprendió a valorar la brevedad de la vida, Salomón.

Cada día que el Señor nos permite vivir es un regalo. Y los regalos son motivos de celebración, sean grandes o pequeños. No nos damos cuenta de que todo cambia cuando cambia nuestra perspectiva. Dios quiere que aprendamos a vivir dando gracias, disfrutando los momentos, la vida abundante. Que no es abundancia de riquezas, como piensan algunos, es abundancia en el corazón.

Decide vivir los días como lo que son, un regalo de Dios. Y celebra, con las bendiciones que tengas; da gracias por lo que tienes y disfruta. Esa es la abundancia que trae Dios al corazón.

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