Celos fuera de órbita

“Perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba” – Gálatas 1:13

¡Famosos Celos! Es posible que pienses en el  novio de tu amiga, que no la deja hablar con otros chicos porque la cela. Quizás puedas asociar los celos con frases como: “Nadie me lo quita”, “es mía”, “soy su dueño”,  y otras por el estilo. Lo que se mueve debajo de estas frases son sentimientos de protección, apego, posesión y cuidado especial que una persona tiene sobre algo o alguien.

El celo en sí no es dañino, de hecho sabemos que Dios nos cela porque nos ama y nos preserva, pero se vuelve nocivo cuando se mezcla con sentimientos de egoísmo, orgullo, miedo a perder lo que es de su posesión, y por otro lado la persona que es objeto de ese celo se siente atada y prisionera.

Personas enfermas de celos son en verdad instrumentos diabólicos, que bajo la forma del pensamiento perverso “es mío o no es de nadie” pueden destruir todo lo que consideren una amenaza, y eso también incluye al ser amado.

Pablo, un hombre celoso por sus costumbres, atacaba a todo lo que se consideraba una amenaza para su tradición; los cristianos eran la amenaza. Con cada conversión al Cristianismo se ponía en tela de juicio lo que había aprendido bajo la ley, considerado como la verdad máxima. Si se acababa el judaísmo, una parte muy grande de Pablo moriría también. Su primera respuesta es odio hacia los cristianos y luego ataque, tiene como meta defender a capa y espada una manera de vivir, no importa si eso significa la muerte de miles de personas.

Los celos se mueven de manera encubierta, siempre bajo acciones del ser humano. Para descubrirlo hay que escarbar un poco las causas por las que se realizan dichas acciones. Y aunque a simple vista vemos un hombre rudo, fuerte y defensor de sus principios, si vamos un poco a fondo estaremos contemplando un hombre miedoso de que se destruya todo en cuanto ha creído fielmente. Un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a la instrucción, con un futuro que le promete ser el próximo ilustre de su generación, pero si se le quitan sus creencias, se destruye toda su identidad.  

Construir nuestra identidad a los pies de otra cosa que no sea Cristo traerá consigo orgullo y temor. Pablo pensó que su vida giraba en torno de algo sólido, se jactaba de eso y no pensó en la probabilidad de derrumbes, así que cuando tambaleó su doctrina, cayó del caballo.

¿Acaso no es lo mismo que ha pasado con nosotras también? Celosas de diplomas, dinero, sueños… celosas hasta del chico que nos gusta. Alegamos que esto es nuestro y nos pertenece, que en nuestros asuntos nadie tiene derecho a meterse, que nada ni nadie nos puede quitar lo que queremos.

Cuando vociferamos a los cuatro vientos de esa forma, lo que damos a conocer es un corazón que tiene miedo de que le usurpen lo que más ama, un corazón inestable y quebrantado que ha construido tratando de protegerse a sí mismo. Una amiga me lo expresó así: “He construido toda mi vida un castillo dentro de una burbuja, pero nunca pensé que la burbuja podía romperse”.

Sabes, los celos están fuera de lugar cuando nuestro foco principal no es Dios.

Jesucristo debe ser la roca sobre la que te apoyes para construir, y los celos deben estar puestos en el amor por su palabra. Debes sentir celos cuando vislumbras que la amenaza de la tentación trata de robarte los frutos del Espíritu Santo en tu vida y debes cuidar con gran celo las palabras que Dios habla a tu corazón. Cuando tu vida gire en torno a la búsqueda ferviente de Dios, los celos estarán en el lugar correcto.

Por Angélica Jiménez

Loading controls...