1. Control
Liderar y controlar son dos cosas muy diferentes; sin embargo, muchas personas los confunden. Jesús nunca controlaba la gente, sino que Él daba el ejemplo y pedía a la gente que lo siguiera. La necesidad de controlar es una de las características de una persona insegura, temerosa y con inmadurez espiritual. Debido a que tenemos corazones engañosos, las controladoras usualmente no se dan cuenta de que son así porque como su trabajo es dirigir, creen que están haciendo lo que el Señor les ha llamado a hacer.
Jesucristo está en control de todas las cosas (Hebreos 1:3), y Él es el Único que puede conocer el futuro y, por ende, saber qué hacer (Isaías 46:9-10). Como Dios es por nosotras (Jeremías 29:11), y Él ha preparado de antemano las obras que quiere que hagamos (Efesios 2:10), tenemos que buscar Su voluntad, pedir Su ayuda (Jeremías 29:12) y rendir nuestros deseos a los Suyos.
Cuando caminamos en Su voluntad, Él cumplirá lo que ha planeado (Juan 12:26). Por temor, las controladoras manipulan a las personas y maquinan los eventos para asegurar que su deseo sea cumplido, mientras una persona que realmente confía en Dios, espera en el Señor (Salmo 130:5), orando y observando los acontecimientos para ser capaz de interpretar lo que Él quiere.
Dios está caminando con nosotras (Deuteronomio 31:8) y como Él está interesado en que oigamos Su voz la hará perceptible. Entonces no hay necesidad de temer porque Sus ovejas oyen Su voz (Juan 10:27). La vida cristiana es una aventura cuando uno camina en el Espíritu (Gálatas 5:25) y mientras más caminamos con Él, más reconocemos Sus pasos y más grande nos parecerá, más confianza tendremos y el camino nos resultará menos pesado (Mateo 11:30).
2. Competencia / Comparación
La comparación es una receta segura para la inseguridad y el temor, no importa si estamos comparándonos individualmente con otras mujeres o si estamos comparando nuestro ministerio con otros.
Todas las iglesias tienen la misma misión, glorificar a Dios a través de evangelizar y discipular; sin embargo, la forma que cada iglesia lo hace (su visión) será diferente.
Cada una de nosotras fuimos creadas únicas (Isaías 64:8), y Él ha escrito un guion para cada una también (Efesios 2:10). La vida no se trata de nosotras sino de Dios y nuestro trabajo es para el reino de Dios (ni siquiera es para nuestra iglesia). Como debemos glorificarlo en todo lo que hacemos, hemos de identificar los talentos, dones y habilidades que están presentes en la iglesia y discipular, mentorear, animar y estimularlas para obrar como equipo. Las otras personas no son amenazas sino compañeras de trabajo y debemos deleitarnos cuando ellas usan sus dones para el Señor. Nadie es bueno en todo y un buen líder trabaja con otras mujeres que tienen habilidades que a ella le faltan, y no tiene miedo de admitirlo y elogiar lo que el Señor ha hecho en ellas.
3. Envidia
Envidia en el deseo de tener algo que otros tienen (posesiones, cualidades, dones, habilidades etc.), y nos lleva al descontentamiento y/o el resentimiento.
La envidia es una obra de la carne (Gálatas 5:19-21) y sabemos que la carne siempre está contra el Espíritu (Gálatas 5:17) y, por ende, es pecado. Como líderes es nuestro deber esforzarnos para madurar y crecer en el fruto del Espíritu para mantener la paz en nuestras vidas, nuestros ministerios y para recibir las bendiciones del Señor. Aunque nuestra envidia está dirigida hacia otras personas, produce una separación y crea barreras, cuando el Señor nos ha llamado a la unidad. La realidad es que Dios es el Dueño de todo (Deuteronomio 10:14) y Él regala los dones y habilidades conforme a Su medida (Efesios 4:7), el problema no es con la otra persona sino con Dios. Es realmente un rechazo del plan de Dios en tu vida cuando el único lugar donde una cristiana debe querer caminar es en Su voluntad. Santiago 3:16 nos advierte “Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.”
4. Orgullo
El orgullo es un pecado tan malo ante los ojos de Dios que cambió el rumbo del mundo y frecuentemente no lo consideramos como pecado sino como algo normal. El mundo nos anima no solamente a trabajar en nuestras fuerzas para alcanzar el éxito sino también a demostrar nuestras habilidades para recibir los elogios y para brillar por encima de otras. La realidad es que todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios (1 Corintios 4:7) y aunque los no creyentes no lo reconocen, esto es un pecado grave en nosotras.
Todos nuestras dones y habilidades vienen de Dios (Santiago 1:17), Él ha preparado las buenas obras en las cuales quiere que caminemos (Efesios 2:10), Él orquesta los acontecimientos de nuestra vida (Efesios 1:11), Él nos ha dado la morada del Espíritu Santo para guiarnos y formarnos a la imagen de Cristo para que podamos cumplir Su voluntad (Ezequiel 36:27). Y entonces Pablo nos recuerda “¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7).
Un corazón orgulloso está robando la gloria de Dios y “mi gloria a otro no daré” (Isaías 42:8). Una líder orgullosa no puede oír la voz de Dios (Isaías 59:2) y entonces es imposible dirigir a su equipo en Su voluntad. Eventualmente la altivez de espíritu nos lleva a una caída y aun peor, a la destrucción (Proverbios 16:18).
5. Imitar
Como dije respecto a la competencia / comparación, cada una de nosotras fuimos creadas únicas (Isaías 64:8), y Él ha escrito un guion para cada una también (Efesios 2:10). Como líderes debemos pasar tiempo ante el trono de Dios buscando Su voluntad para nosotras y luego para nuestros ministerios. Imitar a otros es ignorar lo que el Señor tiene planeado para nosotras y es caminar en nuestra voluntad y en nuestras fuerzas y no necesariamente en Su voluntad. Debemos caminar por fe y no por vista (2ª Corintios 5:7) y cuando imitamos sin buscar el rostro del Señor es caminar por vista. Esto no significa que no podamos hacer lo que otras han hecho, sino que debemos pedir al Señor si es Su voluntad para nuestro ministerio.
Dios nunca explica todos Sus planes antes de comenzar un viaje, y para caminar hacia donde Él está guiando, Él aumentará su fe, su deseo de obedecer, su valor y fuerza y refinará su oído para oír Su voz. La diferencia entre mediocre y excelente es atreverse a ser obediente a Cristo. Recibirás críticas, muchas personas tratarán de convencerte de quedarte en el mismo lugar, pero todos aquellos que han hecho cosas grandes para el Señor han desarrollado la capacidad de oír Su voz y en obediencia y valor seguirlo.