Compartiendo mesa con los pecadores

“Misericordia quiero, y no sacrificio” – Mateo 9:13

No sé si te pasa a ti también, pero leer sobre la vida de los discípulos y aprender más sobre ellos y sus orígenes me hace enamorarme más de Jesús.

Me encanta que Él escogiera hombres que nadie más habría escogido.

Hombres como Mateo, que era de lejos el pecador más notable de los discípulos escogidos porque era un judío que se dedicaba a cobrar impuestos.

“Mateo era un cobrador de impuestos y los cobradores de impuestos estaban al mismo nivel social que las prostitutas (Mateo 21:32). Para un hombre judío como Mateo ser un recolector de impuestos era incluso peor. Su ocupación le hacía un traidor a la nación, un paria social, el más bajo de los bajos. Sería también un paria religioso, y se le habría prohibido la entrada a la sinagoga” – John MacArthur

Y aun así todo lo que hizo falta fue que Jesús pasara por el puesto de recolección de Mateo y le dijera “sígueme”. Una pequeña palabra que cambiaría la vida de Mateo para siempre.

La Biblia dice en Mateo 9:9 que Mateo “se levantó y le siguió”. Desde el principio, Mateo hizo lo que Jesús decía.

Imagino que este era un hombre que, a pesar de su trabajo, tenía un corazón dispuesto a conocer a Dios. Por razones desconocidas para nosotras, Mateo tenía el trabajo más despreciable que un judío podía tener; un trabajo muy lucrativo odiado por su pueblo. No sabemos qué llevó a Mateo a tomar este trabajo y convertirse en un paria ante los suyos. Pero lo que sí sabemos es que cuando tuvo la oportunidad de estar junto a Jesús, él estuvo dispuesto a dejarlo todo.

Y me pregunto, ¿cuánta gente desechamos por causa de su trabajo? ¿A quiénes prejuzgamos basándonos en lo que hacen para vivir y automáticamente tomamos la decisión de que no van a estar interesados en oír sobre Jesús?

Estoy muy contenta de que Mateo no fuera como yo.

En el versículo siguiente, Mateo tiene a Jesús y a los otros discípulos cenando en su casa y había invitado a todos sus amigos. Eran amigos que estaban en el mismo nivel social que Mateo – cobradores de impuestos y “pecadores” – el único tipo de personas que se relacionarían con un hombre como Mateo.

Tan pronto como Mateo conoció a Jesús, quiso que todos sus amigos lo conocieran también, así que proveyó la manera de que esto sucediera. Abrió su casa y les dio de comer.

Y Jesús y Sus discípulos comieron con él en casa de Mateo.

Me encanta este detalle de la Escritura. Me encanta ver cómo Jesús fue a Mateo. Él fue a la parte de la ciudad en la que la mesa de recolección de Mateo estaba puesta. Él fue a la parte de la ciudad de Mateo para comer, y se sentó en la mesa de Mateo con sus amigos.

Jesús y los otros discípulos fueron a los de la “clase” de Mateo y en Lucas 15:1 dice que “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores”.

El Dios del universo, impregnado de humanidad, fue a su lado de la ciudad y comió con ellos.

Aparte de Mateo, ningún otro había renunciado a su estilo de vida, sus adicciones, sus pecados… aun así Jesús aun fue a ellos, se sentó a comer con ellos y, a causa de eso, los acercó a Él.

Desearía decir que me puedo identificar con Jesús y Sus discípulos en esta historia. Pero para ser honesta contigo, no puedo. No he hecho una prioridad en mi vida el proponerme a ir a las áreas no muy buenas de mi ciudad. No he hecho una prioridad relacionarme con personas que no conocen a Jesús. Me he permitido ocuparme con criar a mis hijos, llevarles de una actividad a otra, cuidar a mi familia y llevar un ministerio, y he fallado en ver el ministerio que está justo al otro lado de las paredes de mi casa.

Viendo el ejemplo de Jesús, no requiere mucho. Es solo una cuestión de dónde decido viajar o comprar o simplemente hacer mis actividades diarias. Pero necesito hacer estas cosas de todos los días con los ojos puestos en el Señor, viendo a la gente como Él la ve y llegando a ellos. Una invitación y una comida y los amigos de Mateo se acercaron a Jesús. Quiero ser más como Jesús y Sus discípulos.

Muchas veces, sin embargo, me parezco más a los fariseos de esta historia que a Jesús.

“Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” – Mateo 9:11

¿Cuántas veces he juzgado en mi corazón a las personas que he visto lejos de Dios? Estoy convencida al leer este versículo y escuchar el juicio orgulloso en su pregunta de que yo misma le he hecho a Jesús esa pregunta con anterioridad.

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” – Mateo 9:12-13

Irónicamente, los mismos que estaban cuestionando a Jesús le necesitaban tanto como los “pecadores” con los que estaba comiendo. Pero no lo sabían. Mientras los fariseos siguieran con su apariencia religiosa y su hipocresía, Jesús no podía hacer nada por ellos. No se daban cuenta de que también ellos necesitaban un doctor. Necesitaban compartir una comida con el Gran Médico.

Todos necesitamos a Jesús – los recolectores de impuestos, los “pecadores” y todos los que se ven a sí mismos como la élite religiosa. Todos necesitamos una buena comida con nuestro Salvador para que pueda acercarnos a Él.

Desafío: Busca oportunidades para abrir tu hogar y compartir una comida con alguien a quien no invitarías normalmente. Ábreles tu hogar no solo para compartir una comida, sino para acercarles a Jesús.

Por Angela Perritt

 


 

 

 

 

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