Con Amor Eterno

En algún momento de mi vida que ahora no recuerdo, escuché a alguien decir que, en el pensamiento de Dios, la iglesia se encuentra unida vital y eternamente a Su Hijo por inefables cuerdas de amor. En otra ocasión también escuché decir de una hermana que ya partió con el Señor, que las personas cuando asisten a la iglesia deben quedar enredadas en los lazos de amor de los hermanos. 

La Biblia declara que “Dios es amor”, así lo dice Juan, y por supuesto que esta es una característica esencial y prominente de Su carácter. Todo lo que ha hecho, lo que hace y lo que hará está motivado por el amor. Nosotros estamos lejos de comprender realmente la inmensidad, la profundidad y la intensidad de ese amor; solamente al considerar Su propósito eterno es cuando Su divino amor brilla con una claridad incomparable. 

Su amor por la Iglesia es constante, invariable y definitivo, la ha amado desde la eternidad hasta la eternidad. Él ha amado eternamente a Su Hijo y, por consiguiente, en Él amó también a la Iglesia, o sea a nosotros, pues como ya mencioné al principio, ella se encuentra unida vital y eternamente a Su Hijo. 

El amor, y por consiguiente la gracia de Dios, no es algo que nos merecemos, no se compra, no se puede ganar por la fuerza; es la manifestación de Su amor eterno, incondicional y absoluto hacia la Iglesia. Por esa razón al final esa gracia resultará victoriosa, es algo que se nos concedió antes de que fuéramos nada o que hiciéramos algo.

Es una historia de amor hacia Su Amada, eternamente perdida y eternamente encontrada, que fue redimida por el precio más alto que jamás se conoció ni se conocerá en la creación de Dios: “La sangre divina del Hijo de Dios”. Fue un acto de puro amor, de supremo amor. 

Él es quien nos ha liberado de las cadenas y nos ha salvado del extravío, nos puso de nuevo en la línea original de Su propósito eterno. Porque la Iglesia habrá de convertirse, por obra de Su gracia, en una iglesia gloriosa, santa y sin mancha, totalmente ajena al pecado y a la muerte.

Y, ¿saben qué?… su amor continúa, no se detiene en la salvación de los suyos, se esfuerza en formarnos, edificarnos, sustentarnos y llevarnos hacia adelante hasta que alcancemos todo lo que fue preparado para nosotros. 

Oremos para que nuestros ojos sean alumbrados y así podamos conocer la grandeza, el alcance y lo vasto de nuestro llamamiento. Y para eso se necesita que, sobre todas las cosas, conozcamos Su amor. Ese amor que jamás nos abandonó ni nos abandonará, a menos que lo rechacemos voluntariamente. 

Tristemente hoy en día la palabra “amor” ha sido deteriorada, carece de valor y ha sido deshonrada a lo más bajo de su significado. Más sin embargo, no puede haber ninguna definición correcta de ella en la que no se incluya a Dios. Hay esperanza en el amor verdadero; en esas palabras divinas que encontramos en Jeremías 31:3 que dicen: “con amor eterno te he amado”.

Eterno: quiere decir “un amor sin final, un amor que nunca deja de ser”.

Por Maritza Sagot

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