Creciendo en oración

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” — Hechos 2:42

No suelo viajar sola muy seguido, pero cuando lo hago me encanta llamar a mi casa.

Muchas veces es  porque estoy de invitada en una conferencia y, cuando ese es el caso, normalmente me pongo muy nerviosa y quiero escuchar las voces familiares de aquellos que amo.

Nuestras  conversaciones no  son nada del otro mundo… son muy normales, la verdad. Muchas veces son referentes a las actividades del día, invitaciones de amigas a venir a jugar, aquellos detalles de los dolorosos golpecitos que se han dado, o incluso una representación de lo que estuvieron conversando con otras amigas en el colegio. Sin embargo, es el que está al otro lado de la línea quien nos alivia el estar lejos de casa. El hecho de poder escuchar sus voces y que ellos puedan escuchar la mía. Esa conexión de nuestros corazones es la que importa.

Es así con Dios.

Todos somos peregrinos viviendo en una tierra distante, y esta tierra lo confirma cuando nuestros corazones sufren con dolor, remordimientos y decepciones. Y es por esto que es tan importante llamar a casa a el que siempre nos entiende y nos ama.

Hay algo especial en llamar a casa, algo que le hace bien a nuestro Corazón.

Por favor no te confundas. Nuestras oraciones no tienen que ser sofisticadas, o incluso cuando tenemos que tomar decisiones cruciales. La realidad es que nuestras oraciones no tienen que ser extraordinarias, articuladas o refinadas. Es más, está bien si son extrañas, simples o incluso cortas.

La buena noticia es que el poder de la oración no depende de quién la dice sino de Aquél a quien estamos orando.

Libérate de esa carga de organizar y limpiar tus oraciones y a ti misma antes de llamar a “casa”. Dios siempre está feliz de escuchar tu voz.

Se nos dice en Filipenses 4:6 que no nos preocupemos por nada pero que ¡OREMOS por TODO! Todo… eso quiere decir las decisiones trascendentales y aquellas del diario vivir. Porque Todas nuestras cosas son importantes para Dios.

Pablo nos recuerda en Colosenses 4:2 que debemos perseverar en oración..

Y vemos en Hechos 2:42 que eso es lo que la iglesia primitiva hacía. ¡Ellos eran individuos DEVOTOS!

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” – Hechos 2:42 (RV60)

Ellos sencillamente eran hombres y mujeres devotos a aprender más de Dios – personas devotas el uno al otro, personas que pasaban tiempo juntos y personas que ¡ORABAN juntos!

¿Y cuál fue el resultado?

¡Dios se movió poderosamente por medio de ellos, y les añadía a su comunidad cada día!

En estas épocas en las que estamos escuchado de la cantidad de personas que dejan de atender su  iglesia local, quizás es tiempo de que volvamos a los fundamentos de nuestra fe:

Tiempo en la Palabra.

Vivir en  comunidad.

Invitar amigas a cenar a tu casa.

Orar juntas.

Vivir nuestra fe en los momentos diarios y permitirle a Dios que se mueva poderosamente a través de nosotras.

Mi comentario Bíblico dice esto: “Una comunidad Cristiana saludable atrae personas a Cristo. Esos Cristianos primitivos tenían un entusiasmo para alabar y un espíritu de hermandad que era contagioso para aquellos a su alrededor.”

Desafío – Encuentra un lugar en tu casa donde te vas a encontrar todos los días con Dios, ese lugar en el que leerás la Palabra de Dios y donde vas a orar. Deja allí tu Biblia, tu cuaderno o diario, y cualquier otra cosa que necesites… lápices, resaltadores, etc. ¡Seamos intencionales ahora que nos acercamos a la batalla espiritual!

Por Ángela Perritt

 

 

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