Cuando estás cansada de sentirte débil

Me senté en la sala de espera con lágrimas corriendo por mis mejillas. Mis emociones inestables me agarraron desprevenida. Estaba cansada de sentirme débil.

Después de todo, yo soy la que – supuestamente – tiene todo bajo control siempre.

¡Oh, cómo anhelo ser esa persona! La de bajo mantenimiento que siempre anima; la que siempre tiene una sonrisa en su cara, es generosa con su tiempo y ayuda a aliviar las cargas de los demás. Desprecio la necesidad en mí misma. Llámalo piedad, lo llaman el síndrome del niño de en medio, o llámalo un mal caso de querer estar en control. Sea lo que sea, simplemente, apesta cuando no lo estás.

La semana anterior, nuestro grupo pequeño, que es como nuestra familia, nos había inundado con amor y cuidado práctico. Mi marido y yo nos sentamos en nuestro piso de la sala y lloramos mientras nuestros amigos nos rodeaban y elevaban a nuestro pequeño niño enfermo a nuestro Padre poderoso. Sólo Él podía curarle en ese momento, pero para Su gloria y para nuestro bien, Él nos había llevado en un viaje médico que había durado años.

Una condición hereditaria loca nos había hecho aterrizar en las salas de espera de los hospitales infantiles con mucha más frecuencia de lo que nos hubiera gustado. Siempre supimos que su condición era “corregible”, pero que el camino sería incómodo. Nuestros niños tendrían que soportar una prueba tras otra y difíciles hospitalizaciones, y lloraría lágrimas duras con cada visita al escuchar a mis dulces niños pequeños gritar, “Ya no más, mamá. Ya no más”. A veces parecía injusto que tantas otras parejas tuvieran niños sanos, pero en mis días menos egoístas me parecía especialmente injusto que nuestros superaran esto, mientras que otros niños con problemas de salud más graves no estaban teniendo resultados tan optimistas como los nuestros. Las oleadas de emociones eran honestamente más de lo que esta chica aparentemente podía soportar.

Las sillas de la sala de espera eran duras e incómodas, una combinación perfecta para el estado de mi corazón. Un desconocido había llevado a mi hijo a través de esas puertas sin mí horas antes, y ahora la cirugía se tomaba mucho más tiempo de lo esperado. “¿Para Tu gloria y mi bien, Dios? No gracias”. Mi Biblia estaba abierta en los Salmos, la página ahora húmeda; primero con miedo y luego con lágrimas pidiendo perdón por mi duda en Aquel que mantiene todas las cosas juntas.

Estaba tan cansada de no tener todo bajo control. Y ahora quería gritar, “Listo, Padre. No quiero llevar esto más”.

Pero Dios lo encaminó a bien.

Esas palabras familiares de Génesis siguieron presionando sobre las paredes de mi duro corazón, recordándome que en cada triunfo y cada paso atrás en la vida, Dios tiene un objetivo más grande que mi comodidad en mente. En realidad es a través de esos tiempos vulnerables cuando no tengo las cosas bajo control {que, seamos sinceros, es todo el tiempo} que he llegado a entender más de lo que Él es.

El Dios que nos forma en el útero, que ve cada pensamiento y necesidad, que me ama a pesar de mí misma – Él entiende y tiene compasión por mí en mi debilidad. Él estuvo dispuesto a andar en un camino que ningún hombre perfecto merecía y comprende mi sufrimiento – no importa lo grande o lo aparentemente insignificante. Y gracias a Dios que Él me ama demasiado como para dejarme en mi inmadurez y mi carencia.

¿Lo bueno de no tener todo bajo control? 

Mi dependencia es mayor.

Mis prioridades son cambian.

Mi voluntad se rompe.

Mi corazón se vuelve tierno.

Mi compasión se hace más fuerte.

Mi ministerio se vuelve más eficaz.

Dios brilla más… para mi bien y Su gloria. 

He aprendido con los años que no existen las personas que lo tienen todo bajo control. Y también he aprendido que, incluso si lo hicieran, no quiero ser una de ells. En mi debilidad, me he visto más de Cristo, y Él es más bello que antes. 

Lo he visto tejer esta historia de gracia – desordenada y retorcida – y convertirla en una presentación magnífica, intencional y más clara para que el mundo pueda ver más de Jesús en mí. He aprendido que el mundo no necesita una seudo-seguidora más de Jesús que lo tiene todo bajo control. El mundo sólo necesita a Jesús. 

Así que moldéame a ser más como tú, Padre. Cueste lo que cueste. Debido a que nada escapa a Tu alcance, mi confianza está en ti. Brilla más, para mi bien y Tu gloria. 

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” – 2 Corintios 12: 9

Por Whitney D.

Loading controls...