Cuando luchamos contra la duda

“Mas yo en tu misericordia he confiado” – Salmos 13:5

Tus dudas no son un problema para Dios. Él no se sorprende por ellas ni lo hacen alejarse de ti.

Cuando te encuentras luchando con la duda, te encuentras entre algunos de los “grandes” de la Biblia como Job, Abraham, Sara, Gedeón y Tomás, por nombrar algunos.

Job dudó de la bondad de Dios cuando sus hijos murieron y su sustento se había ido.

Abraham y Sara dudaron de la promesa de Dios a medida que envejecían y se encontraban sin tener hijos.

Gedeón dudó de que Dios pudiera usar a un hombre como él para pelear su próxima batalla.

Y, por supuesto, nuestro amado Tomás, dudó de que Jesús se levantaría de entre los muertos…

Tal vez ahí es donde te encuentras hoy, tú también.

Tú dudas de la bondad de Dios por lo que se te ha arrebatado.

Tú dudas de las promesas de Dios porque Su tiempo no es el tuyo.

Tú dudas de la capacidad de Dios para usar a una mujer como tú con tu pasado, tus debilidades y tus errores.

Al igual que Tomás, tal vez dudes de la habilidad de Dios para resucitar tu vida.

Dondequiera que te encuentres hoy, date cuenta de esto…  es normal luchar con la duda. Todas lo hacemos.

Incluso Juan el Bautista, se encontró dudando de si Jesús era el verdadero Mesías mientras se sentaba en la cárcel en espera de su muerte.

“¿Eres tú el que ha de venir, o buscaremos otro?” – Mateo 11: 3

Una pregunta sorprendente proveniente del mismo hombre que antes había bautizado a Jesús en el río Jordán y que declaró: “¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” En ese momento de su vida, Juan estaba muy seguro.

Sin embargo, ahora, sentado en prisión, estaba plagado de dudas y miedos atormentadores. ¿Su ministerio había sido en vano? ¿Se había equivocado acerca de Jesús? ¿Estaba Dios ahora castigándolo por su error? Las dudas y acusaciones que rodeaban sus pensamientos le hacían sentir que no podía respirar y se preguntó… ¿había vivido su vida en vano?

Yendo directamente al punto, Juan envió a sus discípulos a Jesús y preguntó: “¿Eres tú el que ha de venir…?”

Jesús responde intencionalmente, no con condenación o juicio, sino con una invitación para que los discípulos de Juan vean por sí mismos. Jesús los acercó y les permitió ver de primera mano cómo Él estaba cumpliendo las mismas Escrituras que Él sabía que Juan el Bautista necesitaba oír. Las profecías cobraron vida para traer esperanza y fe al corazón de Juan que peleaba con la duda.

Vieron que los ciegos recobraban la vista, los cojos podían caminar, los leprosos eran curados, los sordos eran capaces de oír, los muertos eran resucitados y las buenas nuevas se predicaban a los pobres. ¡Oh, cuán gracioso es nuestro Señor de ir tan lejos para mostrar a los discípulos de Juan que Él era el Mesías esperado desde hacía mucho tiempo!

Jesús no sólo lo dijo, se tomó el tiempo para vivirlo. Él sabía que Juan reconocería la profecía de Isaías en esos testimonios y eso es exactamente lo que necesitaba escuchar para ayudar a edificar su fe y depositar su confianza en Cristo.

Como David en el Salmo 13 y Juan el Bautista en Mateo 11, nosotras necesitamos ir a Dios con peticiones crudas, sin filtrar, que van directamente al grano. Tú no tienes que andarte por las ramas con Él, Él conoce tus luchas, y Él ve tus dudas. Solo sé honesta y saca todo delante de Él.

Y no te olvides de esta verdad… Él te ama en medio de tu duda. Él nunca te dejará ni te desamparará. Coloca tus dudas, temores y ansiedad en Sus manos capaces. Entonces permítele que te lleve a un viaje desde la duda a la fe. Puede que no sea un viaje rápido, pero vale la pena hacerlo.

Es natural dudar; Es sobrenatural tener fe.

Después de que los discípulos de Juan el Bautista volvieran a contarle la noticia, Jesús se volvió hacia los que estaban reunidos a su alrededor y les dijo: “De cierto os digo: Entre los nacidos de mujer no ha habido nadie más grande que Juan el Bautista…”

Puedes ver que Jesús elogió a Juan por la forma en que vivió su vida.

Las dudas de Juan no obstaculizaron los elogios de Jesús por él… ni tampoco obstaculizarán los tuyos.

La próxima vez que te encuentres luchando con opresivas dudas, ora como el desesperado padre de Marcos 9.

“Inmediatamente el padre del niño clamó y dijo: Yo creo; ¡Ayuda a mi incredulidad!” - Marcos 9:24

Y Jesús lo hará.

Por Angela Perritt

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