Cuando necesitamos fortaleza y firmeza, porque la vida es complicada

No cabe duda de cuánto amaba Pablo a los cristianos de las diferentes iglesias con las que tuvo contacto. Sus cartas están llenas de oraciones a favor de ellos, de agradecimiento, de exhortación. Y en el final del capítulo 3 de Efesios, encontramos una oración del apóstol encarcelado.

En el versículo16, Pablo pide a Dios fortaleza para sus hermanos. Pero observemos, no pide cualquier tipo de fortaleza, Pablo pide fortaleza en su ser interior, por medio del Espíritu. No sé tú pero muchos de los días de mi vida se caracterizan por esa misma oración:

Padre, dame fortaleza porque estoy cansada físicamente. Señor dame fuerzas porque no sé cómo voy a llegar al final de este día con tantas cosas por hacer. Dame fuerzas para no deshonrar tu nombre con mis actitudes o mis pensamientos. Señor, fortaléceme para amar como tú amas y no como quisiera hacerlo yo…

Y no te hablo de algo que pasó hace meses o años, no, eso lo vivo en el día a día. Y Pablo sabía que estos hermanos suyos también necesitaban fortaleza de parte de Dios. ¿Para qué? No nos dice, pero ya sabemos que la fortaleza está en nuestra lista de necesidades básicas.

Ahora bien, la fortaleza a la que Pablo se refiere viene del Espíritu Santo. La presencia del Espíritu en nosotros, aunque es una persona, también es algo así como una batería, una fuerza que nos recarga a nosotros pero que nunca se agota. ¡Si tan solo la reconociéramos y nos apoyáramos en ella lo suficiente! Creo que el problema está en que muchas veces creemos que podemos solas, que ya tenemos experiencia, que sabemos cómo enfrentar lo que viene. Y entonces puede que te pase como a mí, hace poco, cuando la vida llegó como un huracán con toda clase de aguaceros inesperados y el viento golpeando por todas partes, y por un buen rato me derrumbó.

Necesitamos hacer nuestra esta oración, cada día. Que el Señor fortalezca nuestro ser interior, porque incluso cuando nuestro cuerpo pueda estar en óptima forma física, si el ser interior está débil, nos caeremos. Es un engaño de Satanás creer que podemos bandearnos solas o que al menos en ciertas cosas podemos darle un “descanso” a Dios. ¡Imposible! Clamemos cada día para que nos fortalezca con poder por medio de su Espíritu.

Veamos ahora el versículo 17, porque al estudiarlo Dios me reveló algo que de veras tocó mi corazón:

“Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes”

Este versículo comienza con una palabra que indica consecuencia o fin al que se encamina algo: “entonces” (en la NTV) o “para” (en otras versiones). La presencia y acción del Espíritu Santo en nosotros es la presencia de Cristo mismo. Pero, sin ponernos demasiado exegéticas, esto fue lo que vino a mi mente mientras lo leía: el Espíritu Santo nos fortalece pero a medida que confiamos en Cristo, y entonces él habitará en nuestro corazón. Permíteme explicarme. 

Hay una gran diferencia en tener a alguien como huésped o visitante y alguien que habita en nuestra casa. La persona que habita se establece, goza de los mismos derechos que el resto de sus habitantes. 

Muchas veces, aunque somos cristianas y decimos que Cristo vive en nuestro corazón, lo tenemos más bien como un huésped pero no le dejamos habitar, establecerse. ¿Por qué? Varias razones, pero esta que Pablo revela aquí me llegó mucho: por falta de confianza, o falta de fe. Cristo se establece, se adueña de nuestro corazón, cuando voluntariamente lo dejamos al mostrar que confiamos en él.

Normalmente no abrimos la puerta a extraños, y si lo hacemos, solo les dejamos llegar hasta la sala. Algunas amistades tienen acceso a nuestro comedor y cocina. Pero solo los más íntimos han estado en nuestra recámara, ¿cierto? Igual pasa con el Señor. Le limitamos el acceso a áreas de nuestra vida porque, la verdad sea dicha, no confiamos plenamente, incluso cuando lo digamos de labios para afuera.

Te confieso que esta palabra que te comparto me confrontó a mí. Solo la confianza en Cristo, confianza real, hará que él pueda establecerse, habitar en nuestros corazones. Confianza real es confiar cuando no entiendo, cuando llegan los huracanes, cuando el viento sopla, cuando me quedo sin trabajo, llega la enfermedad, se rompen las cosas en casa y hay que reemplazarlas, cuando la muerte ronda, las relaciones se rompen… y aun así poder decir: confío en que él tiene mi vida en sus manos, voy a estar bien.

Ahora mira, el resultado de confiar así es que nos arraigamos en el amor de Dios y eso nos mantiene fuertes. ¡Tremendo! ¿Te percataste? Cuando vienen los embates normales de esta frágil vida terrenal, lo que nos mantiene fuertes es tener raíces en el amor de Dios. Eso fue justo lo que el Espíritu Santo me hizo notar. Los vientos me estaban derribando porque en el fondo mi corazón dudaba del amor de Dios.

El mismo Pablo nos enseña en Romanos que nada nos puede separar del amor de Dios. Dios nos dice que nos ama con amor eterno. Nos dice que nos ama con amor inagotable. Pero nos toca a nosotros decidir aceptar y creer en ese amor. Justo por eso Pablo les dice en el versículo 18 que espera que ellos puedan comprender la medida del amor de Dios, y que puedan experimentarlo (v. 19), a pesar de lo incomprensible que es para nuestra mente humana.

Mi amiga lectora, si logramos aunque sea captar esta simple verdad, los embates de la vida no nos derribarán tan fácilmente: DIOS NOS AMA Y SU AMOR GARANTIZA QUE TODO LO QUE NOS SUCEDE TIENE COMO FIN NUESTRO BIEN. Es difícil entender un amor así, lo sé, pero es ahí donde entra la confianza de la que hablábamos antes, la fe.

Vamos a abrir el corazón, con plena confianza, y dejar que Cristo se convierta en residente, no huésped. Y, confiando en él, agarrarnos con uñas y dientes al amor de Dios y allí encontrar la fuerza.

Resumen

La fortaleza que verdaderamente necesitamos solo podemos encontrarla en Dios a través del Espíritu Santo que mora en nosotros.

Cristo no se impone, él espera que confiemos y al confiar estemos dispuestas a abrir la puerta de nuestro corazón y dejarle entrar a todas las habitaciones.

El amor de Dios es incomprensible, pero real, y lo único que nos mantendrá firmes, incluso cuando el suelo parezca desaparecer bajo nuestros pies.

Preguntas para estudio personal

1. Cuando te sientes desfallecer, ¿dónde buscas fortaleza? Lee Colosenses 3:3:12-13, otra oración de Pablo.

2. Apocalipsis 3:20 es un pasaje conocido que muchas veces consideramos evangelístico, pero está dirigido a la iglesia. Léelo nuevamente. ¿Qué dice con respecto a Cristo y nuestro corazón? ¿Qué nos toca hacer a nosotras?

3. Lee los siguientes pasajes y anota qué dicen sobre el amor de Dios:

Jeremías 31:3

Romanos 8:38-39

1 Juan 3:1

1 Corintios 13:4-7

 

Loading controls...