Cuando parece que Dios está muy ocupado

Dios es fiel. Esa es una verdad que tenemos que creer aunque nos cueste. Y la razón por la que creo nos cuesta tanto es porque nosotros no lo somos. Nuestra fidelidad muchas veces oscila entre la duda y el temor… o en serles fieles a otras cosas o personas antes que a Dios. Y este es un problema muy viejo, el pueblo de Israel batalló con él una y otra vez.

Cuando vienen situaciones que amenazan nuestra estabilidad tememos, dudamos de si Dios realmente hará lo que dice y cumplirá lo que promete. Se nos olvida que él es fiel, es parte de su naturaleza inconmovible. La nuestra, bajo la influencia de un mundo caído e imperfecto, tiende a pensar que tal vez nos falle, que quizá por esta vez los asuntos de otros hagan que los nuestros pasen inadvertidos para Dios. 

Otras veces, cuando las cosas marchan bien, entonces nos creemos que realmente es porque somos muy buenas, diligentes, esforzadas… y cambiamos la lealtad a Dios por la lealtad al “yo”.

De alguna manera Satanás se las arregla para que creamos o siquiera contemplemos estas mentiras. 

¿El antídoto? El mismo que usó Jesús en su contra durante aquel encuentro crucial en el desierto: la Palabra de Dios. Para esos momentos en que nos veamos tentadas a dudar de la fidelidad de Dios, o a cambiar nuestra fidelidad hacia él, usa su Palabra como arma, y aférrate a ella.

El autor de Salmos 119 estaba convencido de la fidelidad de Dios y por tanto le pedía el cumplimiento de sus promesas o se las recordaba. En Salmos 119 (NTV), la palabra promesa o promesas aparece 8 veces y prometiste aparece 9, todas se refieren a Dios. Cuando la infidelidad nos ha marcado de una manera u otra, aceptar que Dios sea fiel se nos hace difícil. El corazón se rehúsa a confiar. Por eso es crucial que aprendamos de memoria la Palabra, o como dice el propio salmo 119, que la atesoremos, para que cuando lleguen las situaciones difíciles, recordemos que Dios es fiel y que lo que ha prometido lo hará, tal y como lo creía este antiguo salmista. 

¿Te resulta difícil aceptar que Dios sea fiel, siempre? Aunque él ya lo sabe, cuéntaselo y pídele que sane tu corazón de las heridas pasadas para que hoy puedas ver su fidelidad en tu vida. Algo práctico, lleva una lista de todas las ocasiones en que la fidelidad de Dios se ha manifestado en tu vida. Cuando te sientas tentada a dudar, regresa a tu lista para que te sirva de recordatorio. Algunos pasajes relacionados: Deuteronomio 7:9; Malaquías 3:6; Isaías 54:10; 1 Corintios 1:9; 2 Timoteo 2:13.

Y no olvides esta otra verdad: la fidelidad de Dios no depende de nosotros. Cada mañana él promete renovar su misericordia, su bondad. Lo dice Lamentaciones 3:23. Dios ha hecho un pacto con nosotros a través de la sangre de Jesucristo, y es un pacto eterno. Nada lo puede romper (Hebreos 9:15). Él nos ama con fidelidad. 

Quizá nunca te habías detenido a pensar en eso, pero te invito a considerarlo hoy. Dios ha sido fiel. ¡Qué gran motivo para darle gracias!

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