Cuando ser mamá duele

Tal vez sea porque los niños están de vacaciones, o porque a veces las hormonas nos ponen más pensativas que de costumbre, pero he estado pensando mucho en mi rol de mamá... y me di cuenta de algo, a veces duele.

Hace unos días tuve que aplicar algo de lo que a menudo hablamos pero que nos cuesta: la disciplina. Y aunque trato de explicar a mis hijos que, independientemente de que lo entiendan o no, es para su bien, a mí también me duele. Pero muchas veces lo que nos duele es necesario. Algo así como las vacunas o las medicinas. 

El carácter verdadero no se forma sin disciplina. Quizá esa sea la razón por la cual veamos tanta falta de carácter e integridad en estos tiempos, nadie quiere la disciplina. Unos alegan que crea rebeldía. Otros votan por métodos, en su opinión, más pacíficos y convincentes… evidentemente muy poco eficaces dado lo que vemos a nuestro alrededor. ¿El resultado? Una generación que no ha conocido casi disciplina mientras que los observadores, también pacíficos, dicen: “¡Esta juventud está perdida! ¡No respetan a nada ni a nadie!”  

Sin embargo, la palabra de Dios es clara en el tema: “La necedad es parte del corazón juvenil, la vara de la disciplina la corrige” y “Disciplinar a un niño produce sabiduría, pero un hijo sin disciplina avergüenza a su madre”.

Y es que disciplinar duele e incluso nos limita. Me explico. En el caso que te mencioné al principio, uno de mis hijos no pudo disfrutar una salida. A mí me dolió ver sus lágrimas, hacer caso omiso a sus súplicas y mantener el “no” rotundo. Implicó limitarme. Yo también me perdí la salida. No compartí con mis amigas. No disfruté la alegría del momento. ¿Ya lo entiendes? Duele y limita, incluso en este caso que es sencillo.

Sin embargo, el dolor del presente evitará sufrimiento en el futuro. El “no” de ahora forjará en ellos un carácter que sabrá un día la diferencia entre una buena y una mala decisión. Les ayudará a ejercer el control. Se ahorrarán muchas cosas innecesarias… si tan solo yo estoy dispuesta a pasar ahora un poco de dolor e incluso a limitarme.

Elí fue un sacerdote en los tiempos del Antiguo Testamento que no quiso pasar por este dolor. No quiso disciplinar a sus hijos a pesar de la vida que llevaban y de lo mucho que ofendían a Dios. Lo que Dios le dijo a este padre debiera ponernos a pensar: “¿Por qué les das más honor a tus hijos que a mí?” (1 Samuel 2:29).

Dios también disciplina. Lo dice muy claro en Su palabra: “porque el Señor disciplina a los que ama”.  Él sabe que la necesitamos y por eso nos dice: “Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella” (Hebreos 12:11, cursivas mías).

Pensemos en eso. Ahora nos resulta doloroso aplicarla, pero producirá una cosecha apacible, una vida recta. Disciplinar nos cuesta, nos duele; hasta me atrevo a decir que muchas veces no nos gusta y preferiríamos no hacerlo y así evitarnos las quejas, las protestas, los llantos, las malas caras y hasta los reproches. Pero bueno, nadie dijo que ser mamá, o papá, sería una tarea fácil… si es que queremos hacerla bien. 

Sí, a veces ser mamá duele. De hecho, la tarea empieza con grandes dolores. Pero al igual que al pasar el parto respiramos aliviadas y satisfechas, pasar el dolor de la disciplina también nos hará respirar aliviadas y satisfechas. 

Ánimo, mamá. Dios diseñó una vida plena y abundante, pero requiere disciplina. Incluso cuando duela. 

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