Cuando tenemos dos opciones

“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos.” – Rut 1:1-3

No sé si te pasa a ti también, pero cuando voy a una tienda para comprarme ropa o zapatos –esto que a las chicas nos encanta– siempre me gustan dos cosas a la vez y muchas veces no sé por cuál decidirme, entonces viene un proceso durísimo para mí… tratar de escoger lo mejor.

Si bien este tipo de elección es muy banal, porque no afectará mi destino, quizás mi bolsillo, pero hay decisiones que sí afectan nuestras vidas de manera radical y hasta muchas veces el resto de nuestras vidas.

En el libro de Rut nos encontramos con una familia conformada por un matrimonio y sus dos hijos que estaba atravesando un tiempo difícil, había escasez de alimentos (“hubo hambre en la tierra” – Rut 1:1) pero a la vez la nación estaba en decadencia, no había un rey que los gobernara y solo habían jueces que lo hacían, pero cada cual hacía lo que bien le pareciera (Jueces 21:25 ). No había un respeto por la autoridad de Dios y en este contexto el jefe de hogar, Elimelec, ve la posibilidad de sacar a su familia de esta dura prueba y se ve enfrentado a dos opciones: Ir a una tierra extranjera y buscar la solución para sus problemas, o confiar en Dios, en sus promesas, y vivir por fe, esperando la respuesta de Dios.

¿Qué pudo pasar por la mente y corazón de Elimelec al tomar la primera opción? Seguramente vio la salida más fácil, probar suerte, como algunos le llaman, o simplemente buscar una pronta solución para la situación que estaban enfrentando. Pero lamentablemente escogió ir a una nación pagana y no confiar en Dios, con costumbres totalmente diferentes a su pueblo. La idolatría era parte de la vida de este pueblo, en contraste a la vida que llevaba esta familia que creía en un solo Dios.

Quizás tú también te has enfrentado a dos opciones en tu vida, o en este preciso momento no sabes que opción tomar. Está claro que Dios había dado instrucciones claras acerca de obedecer sus principios (Levítico 26:1-4 y 18-20), pero como cada cual tomaba sus propias decisiones, sin consultar a Dios, Elimelec toma esta opción.

La autoridad primera en tu vida y en la mía es Dios, sin embargo, muchas veces tomamos decisiones sin consultar a Dios o bien tenemos dos opciones, una que tiene que ver con la solución que yo espero o el camino más fácil a tomar y la otra es “escuchar la voz de Dios, a través de Su Palabra, en un tiempo de búsqueda en oración” y esperar por su respuesta y decidir confiar en Él.

Generalmente tomamos el camino más fácil y rápido porque no nos gusta oír lo que Dios nos dirá, o bien porque no queremos someternos a su voluntad, señorío y autoridad.

Hay decisiones cruciales en nuestras vidas que, si no tomamos en cuenta al Señor, estas podrían marcarnos para el resto de nuestros días. O decisiones simples que muchas veces decimos: “si a Dios no le importa lo que yo decida, esto no me afectará mayormente”. Pero déjame decirte que decisiones simples, pequeñas, grandes o complicadas sí afectan nuestras vidas.

Lo sé porque siendo soltera muchas veces tomé decisiones sin preguntarle al Señor, o aun como familia tomamos decisiones financieras que no nos trajeron bendición. Es por ello que, así como decimos que Jesús es nuestro Señor, como tal debemos hacerle partícipe de todas nuestras decisiones, especialmente aquellas donde tenemos dudas o bien sabemos que no están de acuerdo a sus principios.

Que el Señor nos ayude a tomar decisiones en su voluntad y tiempo, que nos ayude a confiar en Él y Sus promesas, pues Él siempre querrá lo mejor para nosotras y nuestras familias.

Por Elba Castañeda

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