Cuando tu fe es pequeña

“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” – Mateo 14:31

“¿Qué significa caminar por fe? Significa obedecer la Palabra de Dios a pesar de lo que sentimos, de las circunstancias a nuestro alrededor y de las consecuencias ante nosotras” – W. Wiersbe

El calor del día se iba disipando a medida que el sol se iba poniendo. Ella tomó mi mano y me miró con sus ojos marrones para iniciar esta dulce invitación.

“¿Darías un paseo en bicicleta conmigo?”

Es la menor de cuatro y normalmente ya habría pasado su hora de acostarse, pero el verano tiene su forma de suavizar los horarios estrictos y los corazones resistentes de mamá. Además, la única manera en la que iba a superar sus miedos en la bici después de la última caída era volver a montarse.

Se sienta con confianza y mira hacia delante. Su lugar favorito para montar es un lote de aparcamiento abandonado donde los riesgos de distracción son mínimos. Con el conocimiento de que su base es segura, su postura es relajada y admira la belleza a su alrededor…

“Las flores moradas del verano son mis favoritas.”

“Mamá, Dios hace los atardeceres más bonitos.” 

“¿Podemos quedarnos un poco más?”

Es la estrecha carretera llena de baches que sube a nuestra calle la que puede con ella, así que le digo que siga mi dirección. Vivimos aquí, así que debemos aprender aquí. Si ella me mira y confía en mí, la llevaré a través del tráfico y los huecos.

Pero, a menudo, ella duda.

En nuestra última salida dejó que el miedo se apoderara de ella. Su cuerpo se agarrotó y sus ojos se alejaron de mí mirando los obstáculos a su alrededor. Mientras miraba todo lo que podía ir mal, su confianza se esfumaba. En segundos, entró en pánico, se fue por su lado, giró con demasiada fuerza y se encontró en el suelo.

Oh pequeña fe, ¿por qué dudaste?

Estas fueron las palabras del Señor a Pedro y le puedo escuchar diciéndomelas a mí.

Jesús acababa de alimentar de manera milagrosa a los 5.000…

Estoy confiada y llena de fe cuando los caminos de la vida se navegan fácilmente y cuando el poder de Jesús es manifiesto. Estoy llena de confianza en Dios, sé que el Salvador está cerca y miro hacia adelante a mi lugar cómodo dentro del bote. Es menos emocionante de este lado, pero Dios sabe que me gusta la seguridad.

Todo va bien hasta que los vientos de la vida comienzan a llegar.

Es la subida a la colina la que atrapa, así que Jesús me da instrucciones para seguirle. Él me tiene aquí con un propósito, así que debo confiar en Él a medida que vivo aquí y aprendo aquí. Si le miro y sigo Su dirección, veré que Él tiene el mejor interés en mente y que Su camino siempre me guiará para mi bien y Su gloria.

Pero a medida que la tormenta se intensifica y las olas golpean contra mí, me veo tentada a dejar que el miedo me alcance. Mis ojos se apartan de Jesús y se posan en los obstáculos a mi alrededor. Mientras miro todo lo que podría salir mal, la duda emerge en mi interior. Sin rendirme a Su guía en cada momento, me voy por mi propio camino y me encuentro asustada, fuera de ruta y hundida por mi intento de autosuficiencia y por el peso del mundo a mi alrededor.

Y extrañaré la belleza de quién es Dios y de todo lo que Él ha hecho por mí en el valle.

Cuando tu fe es pequeña, mira hacia arriba. El Dios de la montaña es el mismo Dios del valle.

¿No te encanta cómo en el libro de Mateo dice que Jesús inmediatamente extendió Su mano y alcanzó a Pedro cuando se estaba hundiendo? Él te tiene. Tenemos un Salvador que siempre está presente en nuestros problemas y Él está preparado y esperando que le llamemos, ¡Señor sálvame! Si en medio de la tormenta has apartado tus ojos de Jesús, necesitas escuchar que no es demasiado tarde. Puedes comenzar a caminar en fe de nuevo hoy.

“Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.” Mateo 14:32-33

Por Whitney D.

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