De mañana…

Piensa un momento y respóndete las siguientes preguntas: Al abrir tus ojos de mañana, ¿qué es lo primero que llega a tu mente? ¿Tus pendientes? ¿La deuda que debes pagar? ¿Esa pesada reunión que debes tener en tu trabajo? ¿Ese problema que está afectando a tu familia? ¿Un dolor que te aqueja?

O… tan pronto te levantas, ¿sales disparada hacia la ducha, de forma automática preparas tu café o desayuno y sales a hacer tus labores cotidianas?  Luego, si manejas, ¿enciendes la radio para escuchar las noticias o alguna música que no traiga edificación alguna a tu vida espiritual?

De forma muy personal, soy bombardeada temprano por comentarios, chismes y alardes de las compras hechas por canales de TV que son el “pan nuestro de cada día” en el gimnasio de damas al que asisto.  Tengo que admitirlo… se requiere de toda una vestidura de “defensa” espiritual ante todos estos ataques.

David hace tiempo descubrió esta arma de defensa: “Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana te presento mis ruegos, y quedo a la espera de tu respuesta”, (Salmo 5:3).  Recuerdo cuando en mis tiempos de juventud entonábamos este Salmo en un grupo coral del que formaba parte y también en los servicios de la congregación.

Es cierto que es difícil establecer la disciplina de exponer nuestro corazón y tener comunicación con el Señor como primera cosa al iniciar nuestro día. Hemos de hacer el mejor de nuestros esfuerzos para que al abrir nuestros ojos, de mañana, lo primero que salga de nuestros labios sea un “Gracias Señor por este nuevo día”, seguido por un momento de oración y meditación.

¡Vale la pena el intento! Dejemos en Sus manos, temprano en la mañana, todas nuestras inquietudes. Nuestra mente será renovada día a día y estaremos preparadas para enfrentar todo ataque que se presente a nuestra vida espiritual.  ¡Tomemos nuestra dosis de “Cristomicina” diaria!

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