Defendiendo la base de nuestra fortaleza

Hace unos días este versículo está dando vueltas en mi cabeza: “¡No se desalienten ni entristezcan, porque el gozo del SEÑOR es su fuerza!» (Nehemías 8:10). El contexto del pasaje gira alrededor de un momento específico en la historia de Israel. El pueblo escuchó la Palabra de Dios leída en público luego de varios años y aquello hizo que muchos lloraran. Por eso recibieron la exhortación a alegrarse y no llorar. Sin embargo, yo creo que, como toda la Biblia, cada pasaje aplica a nuestra vida. 

El gozo del Señor es nuestra fuerza. ¿Qué quiere decir esa frase exactamente? Algunos lo interpretan pensando en el gozo que el Señor produce en nosotros. Por ejemplo, luego de su pecado David oró con dolor en el corazón. No había gozo en él y le rogó a Dios: “¡Devuélveme el gozo de tu salvación!” (Salmos 51:12, RVC). Y la salvación que David conoció no era comparable con la que tú y yo conocemos ahora que tenemos a Jesucristo y la garantía de salvación eterna mediante su sangre. Pero de cualquier manera, experimentar la salvación de Dios produce una alegría incomparable en nosotros. Es un gozo que produce fuerza.

Cuando Pablo habla del fruto del Espíritu nos da una lista de los rasgos que lo caracterizan, y mira lo que dice: “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo…” Vivir con gozo es una muestra de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida. Hace años leí esta frase en un libro, lamentablemente no recuerdo quién lo escribió ni el título, pero sí la anoté: “La señal más segura de un cristiano no es la fe, ni el amor, sino el GOZO”.

Tal vez estés o no de acuerdo, pero la realidad es esta: una persona con gozo es como un imán que atrae a todos los demás y hace que quieran tener esa misma alegría. ¿No es cierto? Porque una persona que vive gozosa es una persona fuerte, que mira la vida de manera diferente.

Pero la frase “el gozo del Señor” tiene otra interpretación también, y es el gozo que Dios mismo tiene, el gozo que hay en Dios. No sé por qué razón muchas veces pensamos en Dios como alguien con la cara seria, una especie de juez enojado que está pendiente de nuestro primer fallo para dejar caer el mazo sobre la mesa y emitir sentencia. Incapaz de experimentar alegría alguna.

Sin embargo, la palabra hebrea para gozo que aparece en este pasaje de Nehemías es chedvah y solo se repite en el siguiente pasaje de 1 Crónicas: “Honor y majestad lo rodean; fuerza y gozo llenan su morada” (1 Crónicas 16:27, NTV). Como dicen en inglés, ¡wow! El gozo es una característica intrínseca de Dios, donde él está hay alegría, hay gozo. Y por lo tanto, si ahora tú y yo tenemos una relación estrecha con él, al punto de que su Espíritu vive en nosotros, entonces este gozo es nuestro también. ¿Por qué nos cuesta tanto vivir de esa manera? Quizá sea una herencia que nos ha dejado el pecado, pero también es un arma del diablo en contra nuestra.

Piénsalo. Si el gozo del Señor es nuestra fuerza, entonces Satanás hará todo lo posible porque lo perdamos y así debilitarnos. ¿Cómo lo hace? De muchas maneras, pero te comparto tres:

- Si nos enfocamos en las circunstancias, tenemos más motivos para entristecernos que para alegrarnos. Si nos enfocamos en Dios y en quien él es, podemos sentir alegría, gozo. Así que el enemigo de nuestra alma hará todo lo posible porque cambiemos el enfoque. ¡Atentas y reenfoquémonos!

- Si dejamos que sean nuestros pensamientos los que nos controlen y no la verdad de Dios establecida en su Palabra, es muy probable que terminemos sin gozo alguno. Dale prioridad al tiempo diario en la Palabra. La distracción es un arma del enemigo. Nos distrae y nos ocupa en tantas cosas que no nos queda tiempo para pasar en la Biblia, con Dios.

- Si nos sumamos a la mayoría y vivimos con un espíritu de queja, perdemos el gozo. Si cultivamos el hábito de la gratitud seremos personas llenas de gozo, felices, porque reconocemos la bondad de Dios a cada paso en nuestra vida.

Nunca he sido una persona demasiado risueña. De hecho al principio de nuestro matrimonio, mi esposo y yo teníamos desavenencias porque él puede reírse de cualquier cosa y a mí no me resulta tan fácil. Sin embargo, con el paso de los años he podido comprobar que su método es mucho mejor que el mío. Y como no me resulta algo natural, le he pedido a Dios que me ayude a experimentar su gozo, a vivir su gozo, a mostrar su gozo.

Y la realidad es que Nehemías tenía toda la razón del mundo; el gozo del Señor, el que él tiene y produce en nosotros, es nuestra fuerza. Con un espíritu de gozo podemos vivir la vida de manera muy diferente, como Dios la diseñó.

Te dejo con dos versículos que podemos memorizar:

“Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos” (Proverbios 17:22, NVI).

“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:11, RV 1960)

¿Qué tal si aceptamos el reto y dejamos que el gozo sea una señal clara de la presencia de Dios en nuestra vida?

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