Desafío a dar gracias (Día 14)

“La esperanza es lo último que se pierde”, o “mientras haya vida, hay esperanza”. Esos dos refranes los he escuchado cientos de veces, y seguro que tú también.

Pero, ¿realmente tenemos esperanza? ¿Realmente vivimos como gente que tiene una esperanza firme? ¿Cuál es tu esperanza? ¿Un mejor trabajo? ¿Un mejor salario? ¿Un esposo? ¿Tener hijos? ¿Un cambio en el gobierno? ¿Una casa más grande?

Si es alguna de esas cosas déjame decirte que, aunque de momento pudieran hacernos sentir contentas, no pueden ser nuestra esperanza, porque en un abrir y cerrar de ojos pueden cambiar o las podemos perder. Y el ciclo vuelve de nuevo… sentirnos desesperanzadas.

Sin embargo, el pueblo de Dios debe caracterizarse por ser un pueblo que vive con esperanza. ¿Por qué? porque nuestro Dios es el Dios de toda esperanza, como lo declara Pablo en su carta a los cristianos romanos.

“Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).

Tú y yo tenemos que rebosar de esperanza, sea cual sea la situación que nos rodea. Fíjate que no tenemos que producirla nosotras mismas. Eso es pensamiento positivo, no verdadera esperanza. La verdadera esperanza reboza en nosotros por el poder del Espíritu Santo.

¿Cuál es nuestra esperanza? Cristo… “que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria" (Colosenses 1:27). ¡Por eso tenemos esperanza! ¡Porque tenemos a Cristo! Un cristiano desesperanzado es un oxímoron, es decir, dos palabras juntas en una misma frase con sentidos totalmente opuestos. ¡Es imposible!

Amiga lectora, tengo una pregunta para ti ¿conoces a Jesús, es él tu Señor y Salvador? Si la respuesta es sí, entonces tienes que vivir con esperanza porque la esperanza ahora vive en ti. Y si tu respuesta es no, la invitación está hecha para que puedas ser parte de esta familia y dejar de vivir sin esperanza, o con esperanzas temporales.

¡Dile que sí a Cristo!  No te conformes con supuestas esperanzas como las que mencioné al principio… esas son versiones baratas, imitaciones de un mundo caído. La verdadera esperanza tiene un nombre: Jesús.

No sé tú, pero yo no puedo dejar de darle gracias a Dios porque es por él que puedo confiar en que mis más profundos anhelos, esos que ni siquiera podemos poner en palabras, quedarán satisfechos un día por la eternidad, en comunión con Cristo. Esa es mi esperanza.

Desafío para hoy: Anota las diferentes maneras en que Cristo es tu esperanza.

Pasaje para memorizar: “¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva”, 1 Pedro 1:3.

Vive la vida con esperanza, como Dios la diseñó.

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