Desafío a dar gracias (Día 16)

“Entonces vi a un Cordero que parecía que había sido sacrificado, pero que ahora estaba de pie entre el trono y los cuatro seres vivientes y en medio de los veinticuatro ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que representan los siete aspectos del Espíritu de Dios el cual es enviado a todas las partes de la tierra. Él pasó adelante y tomó el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y cuando tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y llevaba copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios”, Apocalipsis 5:6-8 

Este es un fragmento del libro de Apocalipsis. Un libro un tanto complejo, lleno de símbolos, de imágenes, de profecía. Pero un libro revelador. De hecho, así también se le conoce, como el libro de la revelación. Y algunas de estas profecías son más conocidas que otras. Hoy quiero hablarte de una que pudiera pasar inadvertida, está al final del pasaje que puse al principio. 

Cada uno tenía un arpa y llevaba copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios.

¿Te percataste? Cada uno de estos ancianos (algunos piensan que representan las 12 tribus y los 12 apóstoles, otros una especie de concilio angelical) sostenía en su mano una copa ¡con nuestras oraciones guardadas como incienso para Dios!

¿Cuántas veces has pensado que tus oraciones no pasan del techo, que se quedan en algún rincón cósmico sin llegar al destino final? Quiero animarte con este pasaje que nos revela el cuadro del fin de los tiempos. Todas tus oraciones están allí, guardadas en una copa de oro y no han pasado inadvertidas para Dios; al contrario, ¡han llegado a su presencia como una ofrenda de olor fragante!

El apóstol Pedro nos dice: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones” (1 Pedro 3:12). Nuestras oraciones no se pierden en el cosmos ni pasan inadvertidas para Dios, él está atento. Y siempre responde. Su respuesta pudiera ser “sí”, tal vez diga “ahora no”, o simplemente “no”. Pero él responde de acuerdo a su soberanía y sabiduría absoluta. ¿Nuestra función en este asunto? Orar sin cesar y no desanimarnos porque confiamos en que él nos ama y sabe lo que es mejor.

La próxima vez que el enemigo de tu alma intente convencerte de que tus oraciones son una pérdida de tiempo, que Dios está demasiado ocupado y tus oraciones no son importantes, que mejor buscas solucionar tú misma tus problemas, recuerda este cuadro de Apocalipsis. 

Tus oraciones son una ofrenda de olor fragante para Dios. ¿Por qué una ofrenda? Bueno, al orar estamos reconociendo que Dios es quien dice ser, que dependemos de él, que confiamos en él y, sobre todo, que queremos alinear los deseos de nuestro corazón a los de su corazón.

Tal vez nunca antes las habías considerado así. Pero Dios lo dice, y yo lo creo. 

Desafío para hoy: Anota tres ocasiones en que has visto la respuesta clara de Dios a tus oraciones. Anota tres peticiones que todavía Dios no ha respondido y dale desde ya gracias, por cualquiera que sea la respuesta. 

Pasaje para memorizar: “Dedíquense a la oración con una mente alerta y un corazón agradecido” (Colosenses 4:2, NTV).

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