Hace muy poco escribí acerca de los cambios y de cómo, ya sea que nos guste o no, siempre llegan a nuestra vida. Tal y como dije en esa oportunidad: “en nuestro espíritu, las estaciones de la vida, los cambios, tienen la oportunidad de producir una cosecha que dé gloria a Dios”. Pero también pueden empujarnos al lado contrario, a un sitio oscuro donde nos quejamos, pataleamos y hasta buscamos alguna salida, aunque sea imaginaria, para tratar de huir del cambio.
En ese sitio lo menos que se nos ocurriría sería darle gracias a Dios. ¿Cómo agradecer por algo que no queremos, o nos disgusta o nos entristece? Sin embargo, cuando comenzamos este desafío, hablamos de aprender a dar gracias a Dios “en toda circunstancia”. Y todo es… todo. Incluso esos cambios.
Cuando Dios trae cambios a nuestra vida, por lo general lo que está buscando justamente es un cambio… pero un cambio interior. Nos trae cosas externas para cambiar lo interno. Cambia la situación para que cambie el corazón.
Y déjame decirte algo por experiencia, si nos resistimos el proceso se hace más largo y difícil. Si nos sometemos, se hace mucho más fácil y, aunque tal vez no se acorte, no nos parecerá tan largo porque veremos el fruto de la obra de Dios en nuestra vida. Quitando, poniendo… cambiando.
Antes de contestar al desafío, si estás en una de esas estaciones de cambio, ¿qué tal si vas delante del Señor y le pides que te dé su perspectiva y una actitud correcta, como la de Jesús, para enfrentar ese cambio?
Desafío para hoy: Haz un repaso de tu vida y anota tres cambios por los que hoy puedes dar gracias a Dios. Y si estás en medio de un cambio, agradece también y verás qué diferente el sentir de tu corazón.
Pasaje para memorizar: “Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza”, Jeremías 17:7, NTV.