Desafío a dar gracias (Día 25)

Hoy quiero llevarte a pensar en qué bendición es poder tener en tus manos la Palabra de Dios. Es otra bendición que a veces pasamos por alto porque nos resulta cotidiana. Y ese es el peligro de lo cotidiano, lo damos por sentado, se nos vuelve común y olvidamos que no por eso deja de ser un regalo de Dios. 

Quizá tú -como yo- incluso tengas en tu casa más de una Biblia, de varias versiones diferentes, o hasta Biblias digitales. Y tal vez usas sitios web a los que puedes acceder con comentarios, estudios bíblicos… ¡infinidad de recursos para ahondar en la Palabra de Dios! ¡Qué bendición! Sin embargo, no es así para el mundo entero. En algunos lugares todavía no tienen la Palabra de Dios. En otros es un alto riesgo poseerla, ¡te puede costar la vida! 

Hubo un tiempo en mi vida en que aunque tenía la Biblia, no la amaba. Sí, tal y como lo leíste. La leía porque lo consideraba un deber, algo más en una lista, pero no sentía pasión por la Palabra de Dios. Sin embargo, un día comencé a pedirle a Dios que me diera justo eso, pasión por su Palabra, quería que fuera para mí realmente un pan de vida, algo sin lo cual no pudiera vivir. 

Y déjame decirte, me encanta leer, he leído más de lo que puedo recordar, pero nada como la Palabra de mi Dios. ¿Por qué? Porque su Palabra es algo vivo, no es mera tinta sobre papel. La Biblia tiene el poder de transformar. No es un libro de mejoramiento personal, ni una obra literaria grandiosa, ni siquiera un documento histórico más, aunque de cierta manera es todas esas cosas… ¡es la Palabra de Dios, viva, eficaz, luz que ilumina, la que nos revela al Dios en que creemos! 

Pueden desaparecer todos los libros del mundo, pero si tenemos la Biblia tenemos suficiente, porque ningún otro libro muestra el camino al Dios verdadero, ningún otro tiene palabras de vida eterna, ningún otro libro tiene promesas inconmovibles, ningún otro libro ha sido escrito bajo la inspiración infalible del Espíritu Santo de Dios.

Muchos han tratado de demostrar que no es todas estas cosas y, además de fracasar en el intento, han sido transformados. ¡Porque nadie que de corazón se someta a la verdad de la Palabra de Dios puede salir tal y como llegó!  ¡Su Palabra no regresa vacía, siempre produce fruto! 

¿Valoramos tú y yo la Palabra de Dios, la atesoramos? ¿Le damos gracias porque cada día la podemos tomar en nuestras manos y leerla con toda libertad? 

Desafío para hoy: Anota en tu diario tres razones por las cuales agradeces a Dios el tener su Palabra. 

Pasaje para memorizar: “Me alegro en tu palabra como alguien que descubre un gran tesoro” Salmos 119:162.

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