Diferencias culturales hacia el dinero

Cuando hablamos del manejo del dinero, la diferencia no está dada por el lugar geográfico en el que la gente vive, sino por el trasfondo cultural, los valores y principios que la persona tiene. Entonces, si bien es cierto que la cultura puritana de EE. UU., la protestante de Europa del norte, o la parte de Asia que está profundamente influenciada por el Confucianismo tienen ciertas tendencias a manejar el dinero en forma más ordenada, en el fondo de la cuestión, en cada uno de esos países hay mucha gente que maneja sus finanzas muy bien y muchísimos que la manejan mal.

La diferencia se debe hacer a nivel individual, basados en los principios y valores del individuo. Por ejemplo, el escritor Mariano Grondona identifica 10 características que tienen las sociedades que resisten la prosperidad. Ellas son:

1. Enfoque en el tiempo.
2. Actitud hacia el trabajo.
3. Hábitos de modestia (ahorros).
4. Actitud hacia la educación.
5. Reconocimiento al mérito.
6. Sentimiento de comunidad.
7. Ética.
8. Justicia.
9. Manejo de la autoridad.
10. Separación iglesia/estado – aceptación religiosa.

Estas naciones están en cada continente. La diferencia en el asunto de manejar exitosamente nuestras finanzas está más en el área del “ser” que en el área del “hacer”.

Esto es lo que traté de explicar en mi libro “Cómo llego a fin de mes”: que la diferencia no está dada por la situación económico-social que me toca vivir. La diferencia la hace mi actitud frente a la vida y mi madurez personal y espiritual al momento de tomar decisiones económicas.

Por ejemplo, cuando nosotros estamos siendo dirigidos por el Espíritu Santo, nos convertimos en personas ordenadas. Antes, en el mundo, los latinos éramos desordenados, vivíamos la vida “al día”. Pero ahora que tenemos al Dios que creó al orden en la naturaleza viviendo en nuestros corazones, nosotros también podemos imitar a nuestro Padre y ser ordenados en el gasto del dinero.

Antes éramos impacientes –queríamos las cosas ya mismo. Pero ahora que tenemos al Espíritu Santo en nuestra vida, tenemos el fruto del Espíritu que es justamente ¡paciencia y dominio propio!
El problema del desorden, de la impaciencia y de la falta de dominio propio entre los creyentes no es una cuestión cultural. Es una cuestión de crecimiento y madurez espiritual.

Entonces, las diferencias no son geográficas, sino filosóficas y espirituales.

 

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