¿Diferencias irreconciliables?

Hace muchos años vi una película que llevaba el título "Diferencias irreconciliables". Es la historia de una niña que decide divorciarse de sus padres porque el matrimonio de estos se ha vuelto un desastre y ella en realidad pasa más tiempo con la sirvienta que con ellos. Así que pide ir a la corte y presentar su caso.

La mayoría de las sentencias de divorcio que se emiten en el siglo XXI llevan escrita esta frase: “Causa: diferencias irreconciliables”. Es verdad que los humanos hemos inventado una respuesta para todo, ¿no es cierto?

Mi esposo y yo tenemos 20 años de casados. Si te escribo aquí que han sido 20 años de ensueño, donde nunca hemos tenido un “sí y un no”, me llevaría un premio a la mentira del año. Y de paso te digo que si escuchar eso de labios de otras personas te hace sentir mal o inferior en tu matrimonio, ¡libérate! No existen matrimonios sin diferencias. ¿Por qué? Porque un matrimonio se compone de dos personas completamente diferentes y, por tanto, es ilusorio pensar que siempre estarán de acuerdo en todo.

El comienzo de nuestro matrimonio se parecía también al título de otra película, “Durmiendo con el enemigo”. Cada vez que surgía una diferencia, por la más mínima cosa, yo veía a mi esposo como si fuera mi peor enemigo, me atrincheraba en mi propia opinión y me alistaba para la batalla.

¿Cuál era el mayor error en ese caso? No darme cuenta de que él no era mi enemigo, todo lo contrario. Era alguien que me amaba mucho pero que no es un clon de mi persona y, por lo tanto, piensa diferente. Tomó mucho tiempo aprender a “reconciliar” las diferencias porque nuestra naturaleza humana es testaruda y orgullosa y se resiste a los cambios, a ceder, a analizar antes de juzgar.

Las diferencias tenemos que verlas mejor como una pieza musical. Si tocas las notas sueltas nunca lograrás el resultado que producen todos los instrumentos al sonar juntos. Cada uno aporta un sonido propio que constituye un hermoso todo. Ahora bien, si le preguntas a cualquier músico te dirá que lograr tocar una pieza que suene bien implica muchas horas de estudio, ensayo, trabajo, sacrificio.

Es igual con nuestras relaciones. Para que la melodía del amor en el matrimonio suene bien, hay que estar dispuesto a pasar muchas horas de estudio, ensayo, trabajo. Resolver las diferencias no es fácil, pero ¿quién dijo que es fácil compartir la vida con otra persona diferente?

Unidad no es sinónimo de igual. Mira qué interesante la definición de esta palabra que encontré en el diccionario de la Real Academia:

Unidad. (Del lat. unĭtas, -ātis).1. f. Propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere.

Así que lograr la unidad en el matrimonio implica necesariamente que resolvamos las diferencias, sabiendo que no somos exactamente iguales, para que así su esencia no se destruya ni se altere. Es decir, para que no se acabe.

Cuando se habla de amor, muchos recuerdan estas hermosas palabras del apóstol Pablo: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas… El amor nunca se da por vencido… se mantiene firme en toda circunstancia” (1 Corintios 13:4-7, NTV). ¡Este debiera ser el filtro por el que pasemos nuestras diferencias! Estoy segura de que será mucho más fácil resolverlas con este alto estándar en mente.

¿Hay diferencias en un matrimonio? Sí. ¿Irreconciliables? Creo que debemos pensarlo de nuevo.

Ates de terminar quiero dejarte unas preguntas, para que las contestes tú sola, sobre todo si estás viviendo un matrimonio plagado de diferencias aparentemente irreconciliables.

  1. Piensa en alguna diferencia que hayas tenido recientemente con tu esposo. ¿Cómo la resolvieron? ¿Qué aprendiste en esa ocasión?
  2. ¿Estás satisfecha con la manera en que resuelven las diferencias? Si no es así, pídele a Dios que te muestre cómo tú puedes contribuir a hacer que las diferencias dejen de ser “irreconciliables”.
  3. Te comparto un versículo a manera de exhortación: “Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19, NVI). 

Mi querida lectora. No olvides que Dios siempre estará a favor del matrimonio, él lo diseñó y, por lo tanto, siempre estará dispuesto a servirnos de consejero y mediador cuando surjan las diferencias, incluso las que parezcan irreconciliables. ¡Tenemos que ir a él!

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