Dios está cercano al quebrantado

“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón” – Salmo 34:18

“Ayúdame, Señor”

“Por favor, Dios, no”

“¿Por qué, Dios, por qué?”

La mayoría de mis oraciones han sido cortas, tres palabras más o menos… cortas, desgarradoras súplicas salidas del corazón. Sin importar el tamaño, esas simples plegarias han sido suficientes para que el Dios del universo se levante de Su trono celestial y descienda a las profundidades de mi corazón, para nutrirlo y confortarme.

El Señor está cercano a los quebrantados de corazón.

Cuando somos débiles, Dios es nuestra fuerza para comenzar de nuevo.

Cuando tocamos fondo, Dios nos da esperanza y nos levanta otra vez.

Cuando estamos desoladas, Dios rehace nuestros corazones momento a momento.

Nuestra primera tendencia puede ser preguntar por qué, pero ese “por qué” es la pregunta incorrecta. Nuestras mentes finitas nunca entenderán la mente o la voluntad de Dios. Su propósito en nuestro corazón herido trasciende nuestro nivel de entendimiento. Incluso si sabemos “el por qué” en medio del dolor, esa respuesta pudiera ser poco alentadora.

Cuando nos enfrentamos a la muerte, la traición, el ultraje o el odio, saber el “por qué” de ello consolará o va a satisfacer muy poco. La mejor pregunta es “cómo”. ¿Cómo saldré de esto, Señor? ¿Cómo reiré y experimentaré gozo de nuevo? ¿Cómo confiaré otra vez? ¿Cómo harás nuevo todo? Las respuestas vienen en cuanto derramamos nuestros corazones libremente a Dios en oración.

Entregar todas nuestras preguntas, nuestras dudas, nuestro dolor y nuestras lágrimas, con la confianza de que Él nos escucha y nos guarda. Porque Él es Dios, Él puede manejar nuestras preguntas más difíciles.

Dios viene a nosotras en el lugar que nos encontremos. Él quiere escucharnos en esos momentos en que no tenemos más fuerzas. Cuando nuestro dolor es tan profundo o nuestra duda tan grande, Dios está hoy con nosotras.

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” – Isaías 41:10

En medio de mi quebrantamiento, la oración era la última cosa que pasaba por mi mente. Creí en la mentira de que Dios era un Dios distante, desconectado y muy lejos de mí. Y la verdad es que era yo misma quien me había separado y aislado de Él. Y fue en esos momentos de oscuridad cuando realmente batallaba. El dolor mostraba mis debilidades y la falta de control de algunas situaciones en mi vida.

Y fue allí, en medio de mi dolor, cuando más necesitaba de Dios. Y Dios estaba pacientemente esperando que me rindiera, que diera el paso de fe y me entregara en completa dependencia en Él. Es en esos momentos, en los que todo parece demasiado complicado, que debemos orar desesperadamente.

Cuando tenemos fe y buscamos a Dios en medio de nuestra tribulación, Él revela su soberanía. Mientras hablamos con Él, nos recuerda del dolor físico, espiritual y emocional que Su hijo Jesús sufrió por nosotros. Cuando oramos, encontramos en Él el consuelo de su Palabra. Y que cualquier sufrimiento por el que pasemos no será en vano. Cada lágrima ha sido guardada y almacenada. Nuestra aflicción nunca es en vano o sin propósito. Dios nos promete que el dolor, la aflicción y el duelo terminarán.

Hay esperanza para Su pueblo. Dios no solo nos fortalece y ama en nuestros días buenos. Él nos recuerda que en los días difíciles Su mano poderosa, la que creó el universo, es la misma mano que secará nuestras lágrimas, nos consolará, nos levantará y sostendrá. Nuestro Dios está cerca del quebrantado y rescata a aquel que tiene el espíritu contrito.

Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.” – Salmo 34:18

¿De qué manera Dios ha permitido que te acerques más a Él en tu aflicción? ¿Cómo fue que  tu aflicción se transformó en una plataforma en la que le  Glorificas y puedes consolar a los demás?

Por Terria Racy

 

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