Dios, tú y el dinero (Parte 1)

¿Sabías que en la Biblia hay alrededor de 2,000 o más versículos que tratan acerca del dinero? Puede que la cuenta no sea exacta, pero no dista mucho de la realidad. No es que aparezca la palabra como tal, pero sí tratan del manejo de las finanzas en general.

Francisco de Quevedo, autor y poeta, describe el dinero como un “Poderoso Caballero”. Pero el dinero no es más que un instrumento. Es algo neutro.

Y al igual que todo lo que hacemos, nuestro manejo del dinero refleja nuestro interior. La paciencia y el dominio propio juegan papeles vitales. Y no te puedes imaginar cuantas implicaciones espirituales tiene el correcto o incorrecto uso de este medio.

Entonces, ¿por qué el hablar de dinero, lidiar con dinero y usar el dinero traen tanto resquemor? Se pierden amistades, se cierran y dividen congregaciones, familias, relaciones comerciales... ¡Hasta muertes se han ocasionado en pleitos por dinero! Cuando pensamos en esto, de verdad que entendemos por qué Quevedo lo considera como un “poderoso caballero”.

La Biblia dice que la esencia del asunto es darle la prioridad y el uso equivocados. “Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males” (1 Timoteo 6:10). ¿Es el dinero malo? ¡Para nada! Entonces, ¿cómo analizamos el problema? Comencemos por aquí:

1-      Vemos el dinero como un fin, no como un medio.  Nos afanamos y trabajamos  con el objetivo de ganar dinero en lugar de verlo como resultado de nuestros esfuerzos.

2-      Tenemos un “ideal” en nuestra mente de cómo manejarlo mejor, pero nunca lo ponemos en “blanco y negro”. Carecemos de un presupuesto o plan de gastos.

3-      Pensamos en ganar más, no en gastar menos.

4-      Pensamos que la riqueza se basa en tener más, no en necesitar menos.

5-      Olvidamos que nuestro paso por este mundo es transitorio, cuando como dice la canción de Marcos Vidal, “vivimos de prestado”.

6-      Nos adueñamos de todo, cuando en realidad todo le pertenece a Dios. Y como resultado,

7-      No damos a Dios de las primicias de nuestras ganancias.

¡Mucha tela por donde cortar… más posibles “retazos” que aparezcan sueltos!

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