Dios y tu lugar de trabajo

Como creyentes hemos sido llamadas a reflejar la luz de Cristo en cualquier ámbito de nuestra vida. Y el lugar de trabajo no es una excepción.

Muchas tenemos un trabajo secular, otras puede que actualmente no lo tengan, que estén buscando uno o que nunca hayan tenido una vida laboral fuera del hogar. Cualquiera que fuese el caso, vale la pena esta consideración.

Recuerdo una vieja canción del folklor de mi país que decía que: “…El trabajo lo hizo Dios como castigo”.  Aunque sea de forma jocosa, tenemos que admitir que al levantarnos temprano para salir a la diaria faena, ¡pensamos igual!

El trabajo es la idea original de Dios. El Creador asignó a Adán el mantenimiento del Huerto (Génesis 2:15), pero luego de la entrada del pecado éste se hizo más arduo (Génesis 3:17-19). Aunque la maldición a Eva fue de otra naturaleza, dentro de esta sociedad caótica que nos ha tocado vivir, muchas mujeres llevamos ambas cargas.

¿Qué espera Dios de nosotras entonces?

Puntualidad – Hagamos honor a este mandato: “Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo”, (Tito 2:7). Erróneamente pensamos que cuando tenemos niños pequeños a los que hay que atender antes de salir o que debemos dejar en la escuela, tenemos excusa para llegar tarde. Puede que esto suceda una que otra vez, pero no debe ser una costumbre. La empresa que nos paga espera que nos reportemos a la hora acordada. Mostremos integridad.

Sujeción – Siempre habrá alguien de mayor posición que la tuya. En el Libro de Efesios el Apóstol Pablo hace alusión a los esclavos quienes deben someterse a sus amos terrenales. A pesar de que ya no existe ese tipo de esclavitud, este pasaje muy bien puede ser aplicado a nuestra situación laboral (Efesios 6:5-9). Puede que no tengas el mejor jefe del mundo. Aun así, respétalo como tal y gánate su confianza y estima por medio de un buen desempeño. No te hagas eco de chismes respecto a su persona.

Evita las distracciones – 20 o 30 años atrás no existían  las redes sociales, el “WhatsApp” o la utilidad del mensaje de texto, aun así, siempre ha habido la lucha del empleador por lograr que el empleado dedique atención a sus tareas y minimice o elimine, si es posible, las distracciones. Recuerda que cada minuto que desperdicias de tu jornada de trabajo cuenta como si estuvieras “robando” a aquel quien te paga.

Respeta las reglas – La gran mayoría de empresas prohíben el hacer proselitismo religioso, político o de cualquier otra índole por medios verbales o escritos dentro de sus instalaciones. Estamos limitadas en la forma de compartir nuestra fe. Sin embargo, en nombre de aquella fe no tenemos excusa para faltar el respeto a las regulaciones de la empresa. Mucho menos tenemos la vía franca para usar términos derogatorios al referirnos a personas con un estilo de vida no aceptable delante de Dios o que por demás tengan una apariencia nada piadosa.

Pero el Señor pondrá en tu camino aquel compañero(a) con problemas de salud o familiares, quien se puede beneficiar de tu oración intercesora. Podemos desarrollar una relación amistosa con nuestros compañeros de trabajo que nos permita abordarlos de forma privada o personal mostrando así el carácter compasivo que debe caracterizarnos como Hijas de Dios.

Si estás dentro de una empresa cristiana, una ONG, o un ministerio en los cuales no existe este tipo de oposiciones, pues ¡eres grandemente bendecida!.. aun así, te animo a no tratar de abusar de dicha libertad para descuidar la calidad de tu trabajo y mucho menos afectar tu testimonio.

Da lo mejor de ti – Trabaja con calidad, profesionalidad y esmero. Busca nuevas oportunidades de aprendizaje e innovación. Entrega todo lo que puedas, aún si no estás en el puesto o el trabajo que quisieras. Sigue orando para que Dios, dentro de Su voluntad, te abra otras puertas. Recuerda, tu historial de trabajo siempre será valorado antes de poder moverte a otro lugar o posición. Deja huellas positivas.

Para terminar, te cito este verso que resume todo lo que hemos tratado anteriormente:

Todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él”, (Colosenses 3:17).

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