El cuidado de la intimidad conyugal (Parte 1)

Uno de los aspectos que más resguarda la salud del matrimonio consiste en la permanente atención y fortalecimiento de la intimidad. Con frecuencia este es un área que proporciona gran satisfacción y seguridad cuando es cuidada con dedicación; pero que puede producir frustración y distancia cuando es desatendida.

El significado de la intimidad conyugal

El fundamento de una convivencia matrimonial está en comprender la maravillosa unidad que se conforma en amor, a partir de la decisión que toman un hombre y una mujer de unir sus vidas en matrimonio. Se crea en la dualidad característica del matrimonio, una nueva unidad que solo se comprende cuando se asume en esa hermosa intimidad de amor físico, emocional y espiritual. Porque precisamente el matrimonio posibilita no solo el encuentro del cuerpo, alma y espíritu, sino sobre todo, su fusión en una unidad de propósito, de realización, de vida integral.

Desde esta perspectiva, la intimidad conyugal no solo es importante sino, ante todo, el fundamento esencial del matrimonio. Es lo que posibilita su permanencia, su cohesión y funcionalidad. La intimidad no solo es física, donde se manifiestan las más bellas expresiones de la sexualidad humana, sino también afectiva y espiritual, ámbitos que suelen ser descuidados en el transcurrir del tiempo de convivencia.

La pareja debe comprender que su vida íntima no es un accesorio, o algo marginal o prescindible. La intimidad comprendida de una manera plena e integral es esencial en el matrimonio, porque es a su vez el origen y resultado del amor que los une. En consecuencia, la pareja debe cuidarla con el paso de los años para que no se reduzca o termine.

Advertir el riesgo de su descenso

La intimidad conyugal no es algo estático, es un proceso dinámico que crece, se desarrolla, se mantiene y profundiza en el amor permanente.

Una importante cantidad de parejas observan que, con el transcurrir de los años, el tiempo y la calidad de su intimidad desciende. Con frecuencia se suelen señalar muchos factores que actúan como distractores u obstáculos que amenazan la vida íntima conyugal: el trabajo excesivo, la atención de los hijos, las múltiples ocupaciones de ambos dentro y fuera del hogar, el cansancio y deterioro físico, la rutina y la costumbre propias de la convivencia, entre otros.

Si bien esos factores existen y pueden hacer que el tiempo de intimidad conyugal se reduzca en cantidad y calidad, lo cierto es que la pareja debe advertir a tiempo las señales que aparecen y tomar las medidas correctivas necesarias para que el tiempo en pareja y el grado de profundidad de su vida íntima no se vea afectado. La salud del matrimonio depende muchas veces del grado de atención y fortaleza que se tenga a nivel íntimo.

En general, y tomando en cuenta las características específicas de cada pareja, los comienzos del matrimonio se caracterizan por una sólida y frecuente vida íntima. La emoción, la atracción, la pasión y el interés son manifestaciones emocionales maravillosas de una relación matrimonial saludable y dinámica.

Estas buenas manifestaciones, sin embargo, deben estar igualmente acompañadas por una estrecha y abundante expresión afectiva que permita mostrar el amor que ambos se tienen y comparten. Pero además, una completa e integral salud íntima conyugal implica necesariamente el compartir una experiencia de crecimiento espiritual permanente, donde ambos reúnen periódicamente sus voluntades, buenos deseos y propósitos compartidos. Como unidad espiritual que es, la pareja en la práctica debe mantener su vinculación por medio de un tiempo en donde se comparten preocupaciones, deseos y voluntades, donde pueden orar, reflexionar y leer juntos.

Por Jesús Rosales Valladares

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