El fruto del Espíritu

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”Gálatas 5:22-25

Si has sido creyente por cierto tiempo, estos versículos serán familiares para ti. Y, si eres como yo, es fácil caer en el estado mental de que el fruto del Espíritu es una lista de virtudes cristianas que debemos ir marcando para ser creyentes aceptables.

Esa es una manera errónea de ver estos versículos. Las virtudes listadas aquí son virtudes que ya poseemos. El fruto del Espíritu se manifiesta en la vida del creyente en mayor o menor grado. Con seguridad habrá veces en las que estén más debilitadas, pero, si tienes al Espíritu Santo viviendo en ti, entonces también tienes el fruto del Espíritu.

Si fuéramos perfectas, ese fruto se mostraría de manera perfecta en nuestras vidas. Pero no somos perfectas. No todavía. Por tanto, estas virtudes aún no son perfectas en nosotras. Pero hay una manera en la que nosotras podemos crecer y madurar como creyentes y, cuando lo hacemos, el fruto del Espíritu brilla con más fuerza y es más visible en nuestras vidas.

Cómo crecer en el Fruto del Espíritu

Todo comienza con una vid. ¿Recuerdas el pasaje en Juan 15 en el que Jesús dice “yo soy la vid verdadera?” Él continúa diciendo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (1 Juan 15:4-5)

La calidad de nuestro fruto está conectada directamente con la cercanía con la que estamos conectadas a Jesús, la vid.

Si apenas te estás aferrando a Jesús, si tu conexión con Jesús es débil, si no nos estamos alimentando de la Palabra de Dios y teniendo comunión con Jesús a través de la oración, entonces nuestro fruto será pequeño.

Si, por otro lado, comprendemos que Cristo es la rama perfecta, sin fallo ni debilidad y nos sujetamos tan de cerca como podemos a Él, entonces, no solamente llevaremos fruto, sino “mucho fruto” (Juan 15:5).

Sé que hay días en los que sentimos que el fruto del Espíritu es apenas visible. Nos sentimos débiles o improductivos y creemos que nunca cambiaremos o creceremos. ¡No caigas en esta mentira! Gálatas 5:25 nos recuerda que nosotras hemos sido crucificadas con Cristo. Nuestro viejo yo – nuestra naturaleza pecaminosa – ha sido aniquilada. Hemos sido hechas nuevas. Y aunque el pecado todavía se aferra a nosotras, ya no tiene poder sobre nosotras. Somos vencedoras por la muerte de Cristo y podemos crecer en el fruto del Espíritu porque el poder d resurrección de Jesús obra grandemente en aquellos que se aferran a Él.

Por: Jen Thorn

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