“Regocijaos en el Señor siempre” – Filipenses 4:4
Qué precioso don es el ánimo. Puedo recordar momentos en los que la palabra correcta en el momento oportuno fue el instrumento para recobrar la perspectiva, el valor y la esperanza en algunas ocasiones en mi vida – incluso aunque no mereciera esa palabra de ánimo.
Me encanta cómo Filipenses 4:5 es parafraseado aquí: “Deja tan claro como puedas a todos con los que te encuentres que estás a su lado, trabajando con ellos y no contra ellos”.
Pero, ¿y si no estamos bien con otra persona? ¿Y si no sentimos que queramos llevarnos bien con alguien y dejar a un lado una herida o una diferencia de opinión?
En Filipenses 4:1-5 Pablo exhorta al cuerpo de creyentes (y a nosotras) con la respuesta. Pablo lo diría más o menos así: “Chicas, es tiempo de dejar a un lado las diferencias y ¡llevarse bien! Jesús viene pronto. Dejen que los demás vean que pueden resolver sus diferencias y volver al trabajo del Reino al que están llamadas”.
La razón por la que debemos aprender a llevarnos bien unos con otros es que podamos ser efectivas a la hora de compartir el evangelio de Cristo con el mundo a nuestro alrededor. Nos están observando y están viendo si lo que decimos que creemos realmente se transmite a nuestras acciones.
Estoy segura de que se ve mal (e, incluso, hipócrita) que la gente que observa a los cristianos vea que somos muy rápidos para pelear, criticar, tomar parte, reírnos de otros o incluso etiquetar a hermanos en la fe como herejes mientras clamamos caminar en el amor de Dios. ¿Cómo podemos esperar que alguien quiera ser parte de una comunidad así?
Debilita nuestra efectividad, que es lo por lo que Pablo quería que recordáramos el poder de que los hermanos y las hermanas vivan en unidad (Salmo 133:1). No podemos permitirnos que las desavenencias y las discusiones nos dividan de manera permanente.
No nos veamos unos a otros como competencia o como un problema, sino como parte del mismo equipo, incluso con las diferencias que podamos tener.
Seamos personas que comprenden que cuando hacemos espacio para los demás, la vida cristiana funciona y florece de la manera en la que Dios la diseñó. Hará que nuestros testimonios de fe sean más efectivos al mundo a nuestro alrededor.
Dios es capaz de tratar con aquellos que necesitan corrección y, la mayor parte del tiempo, no nos pide que señalemos los fallos de otros. Si permitimos al Espíritu Santo hacer Su obra en la vida de una persona y continuamos trabajando en nuestros corazones cultivando cosas como amabilidad, misericordia y perdón, estaremos sorprendidos de cómo Él es capaz de hacer que todas las cosas trabajen para nuestro bien y Su gloria.
No desestimes el poder que tiene una palabra de ánimo para llevar esperanza y valor a una persona que está luchando en formas que tú no conoces. Hay mucha gente que será rápida en señalar lo que está mal en otros, pero necesitamos personas que sean rápidas para señalar las cosas buenas en la vida y en otras personas.
Estamos juntos en este viaje de la fe. Quizás tenemos diferencias de opinión o perspectiva, pero estamos del mismo lado. Al fin y al cabo, ninguno de nosotros hace todo bien. Todos somos obras en progreso, personas que ven a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2).
Si vamos a hacer el trabajo del Reino en una forma que lleve gloria a Dios, necesitamos dejar tan claro como podamos que, como creyentes, estamos del mismo lado y estamos comprometidos a construir el Reino de Dios y compartir las buenas nuevas de Jesús a las personas en nuestro mundo.
De manera que, amiga mía, en caso de que nadie te lo haya dicho aún, déjame ser yo la que te diga: “estoy de tu lado, estoy orando por ti y te estoy animando en el nombre de Jesús.”
Por: Andrea Perritt
Desafío: Toma tiempo esta semana para evaluar tus relaciones en el cuerpo de Cristo. ¿Hay alguien a quien necesites acercarte, dejando claro que estás de su lado y que quieres trabajar con esa persona y no en su contra? Con la unidad como objetivo, busca perdón y da ánimo donde se necesite.