El pastor celestial

“Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil”, Ezequiel 34:16

El Pastor Celestial conoce a sus ovejas. Las llama por nombre. No se olvida de ninguna de ellas. Pero, sobre todo, lo asombroso es que se ocupa individualmente de cada una. Él sabe cuál es la situación personal y los problemas que confrontan sus ovejas. No está lejos de ellas, sino al lado de cada una.

El rebaño del Buen Pastor es enorme, miles de ovejas en todo el mundo, pero, ¡gózate alma mía, porque tú no pasas desapercibida para Él!

¡Cuánta paz produce esta verdad! Sobre todo, cuando se expresa desde la determinación del Pastor. No es una posibilidad el que se ocupe de mis problemas, sino Su decisión personal. El versículo va precedido de un glorioso YO: yo buscaré… yo haré volver… yo vendaré… yo fortaleceré. En cualquier situación adversa, Él vendrá a mi encuentro para dar la solución que necesito.

¿Estoy perdido? ¿Hay algún problema para el que soy incapaz de buscar una salida? ¿He buscado un camino que me permita salir del pantano de la duda y no lo encuentro? No debo desesperarme, porque el Buen Pastor dice: Yo buscaré la perdida.

Tal vez oigo el rugido de las fieras espirituales que quieren devorarme. Los pastores terrenales me han abandonado. Debo estar tranquilo porque Él vendrá a buscarme para sacarme del peligro en que me encuentro. Él dice: Yo libraré mis ovejas y ya no serán presa (v. 22).

¿Estoy descarriado? ¿Mis pies se han desviado de la senda? ¿Me he alejado del rebaño y, por tanto, del Pastor? Es posible que como el pródigo esté malgastando los bienes celestiales en miserias terrenales. Siento la vergüenza de regresar, sucio y harapiento. Busco migajas bajo la mesa de la gracia, sin darme cuenta de que mi sitio en ella está reservado y que los suculentos manjares divinos están a mi disposición. Si es así no debo desesperarme, porque mi Pastor Celestial promete: "yo haré volver al redil la descarriada".

Acaso esté espiritualmente herido. El difícil camino de la vida me ha golpeado con fuerza. Una grave rotura impide que siga el paso marcado por el Pastor para el rebaño. Me estoy quedando atrás y temo acabar solo. Mi herida espiritual no será comprendida por otros. ¿Quién querrá restaurarme en mi condición?

Siento que ya no sirvo para nada. Ese es mi sentimiento, pero no el del Pastor. Escucho el aliento de sus palabras: Yo vendaré a la perniquebrada. No habrá reprensión, ni tachará mi conducta. Simplemente pondrá una venda para que pueda curar la quebradura y caminar luego tras sus pisadas.

Tal vez el cansancio haya agotado mis reservas. Estoy como Elías bajo el árbol, sin ilusión y sin fuerza. Pienso que la vida no tiene razón de ser para mí y espero sólo que el Señor me lleve a su presencia. Pero, cuando ya no tengo recursos, viene el Pastor Celestial que me dice: yo fortaleceré a la débil.

Sí, hay esperanza cierta para mi vida, porque el Buen Pastor tiene cuidado de mí. No merezco nada, pero soy objeto de su incomprensible amor.

Oración: Gracias Señor, porque cada día vienes a mi encuentro para ser mi ayudador. En Cristo, amén.

Por Samuel Pérez Millos

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