El pecado, la razón por la que necesitamos el perdón

“Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios…” – Isaías 59:2

Pecado es cualquier cosa que va en contra de la voluntad de Dios. Es hacer lo que Dios nos ha prohibido o no hacer lo que Él nos ha ordenado. En resumen, el pecado es ir en contra de las leyes de Dios.

Todo aquel que comete pecado, infringe la ley: pues el pecado es infracción de la ley.” – 1 Juan 3:4

El pecado afecta cada parte de nuestro ser (Juan 8:34). Afecta nuestras mentes, nuestros corazones (Jeremías 17:9), nuestras emociones y nuestra condición espiritual (Proverbios 21:10). Ha desfigurado nuestra visión de Dios y de nosotras mismas. Es lo que algunos teólogos llaman “depravación total.”

Agustín dijo: “El pecado es creer la mentira de que somos auto-creados, auto-dependientes, auto-sostenibles.”

El estudio del pecado, también llamado hamartiología, es muy importante porque sin un conocimiento apropiado del pecado nunca comprenderíamos completamente la profundidad del sacrificio de Cristo o el maravilloso perdón de Dios.

El pecado tiene su mano sobre la humanidad y no podemos liberarnos nosotras mismas. No podemos tener el afecto completo de Dios porque el pecado ha hecho endurecer nuestros corazones y los ha puesto más fríos que una piedra.

Un corazón de piedra es el peor corazón. Si fuera de bronce, podría ser fundido en un horno; o podría ser doblado con un martillo. Pero un corazón de piedra es de tal clase que solo el brazo de Dios puede romperlo — y solo la sangre de Cristo puede suavizarlo.” – Thomas Watson

Lo más devastador, el pecado – como dice Isaías – ha creado una separación entre Dios y nosotras y es tan grande que no hay manera de atravesarla.

Entender el pecado es el primer paso para comprender la necesidad del perdón.

El pecado tiene una atadura muy fuerte en nosotras, y si nuestro pecado no nos produce lágrimas o tristezas o “un corazón quebrantado” (como dijo David), entonces el perdón que obtenemos a través de Jesús no parecerá tan precioso y no traerá un “Grito de aleluya a Nuestro Señor”.

Estuvimos perdidas una vez, sin esperanza, pero la mano poderosa y amable de Dios nos rescató del barro y el lodo (Salmo 40:2), y nos llevó a la roca fuerte que es Jesús y nos dio un nuevo corazón (Ezequiel 36:26). Esto es misericordia inmerecida y gracia abrumadora. Esto es perdón.

“Debemos estar siempre conscientes del pecado que tenemos, pero no debes desanimarnos o desalentarnos hasta el punto de pensar que debemos escondernos o humillarnos. Porque a pesar de que somos exageradamente pecadoras, tenemos un intermediario ante el Padre, Jesucristo el Justo, la preciosidad de cuya sangre, el mérito de cuya justicia, y la grandeza de cuyo amor y fidelidad infinitas, sobrepasa las montañas más altas de nuestros pecados.” – Jonathan Edwards

Desafío: La doctrina del pecado es una doctrina muy pesada pero también muy práctica. Nos enseña cantidad de cosas y una de ellas es la compasión. No somos mejores que nadie. Todas hemos pecado y estamos separadas de la gloria de Dios y todas necesitamos la misericordia de Dios. Y debemos llamar al pecado por su nombre, “pecado”. Pero además debemos mostrar amor, amabilidad, paciencia y gracia para con los otros pecadores como nosotras.

Arrepintámonos de cualquier actitud crítica que tengamos con otros y pidamos a Dios que nos dé corazones compasivos. Busquemos maneras de animar a otros y de dirigirlos con amor hacia la necesidad que tienen de Jesús. ¿Con qué personas estás enojada? ¿Contra quiénes guardas rencor? Haz una lista de esas personas y pídele a Dios que te ayude a perdonarlas y a bendecirlas.

Por Jen Thorn

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