El propósito del matrimonio

“Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia”, Efesios 5:31-32

Como mujer, ¿cuáles son las razones por las que queremos casarnos? Algunas razones que he oído son: para no quedarse sola, para tener hijos, para sentirse amada, para sentirse protegida, o para compartir la vida con alguien. Estas razones no son malas y realmente son las bendiciones que recibimos cuando estamos casadas, sin embargo, la razón bíblica según Efesios 5 es para demostrar al mundo la relación que Cristo tiene con Su iglesia.

No he encontrado a personas dando razones que incluyan el dar o para sacrificarse, sino siempre son para recibir. Preguntémonos: ¿Cristo vino para ser servido o para servir? (Marcos 10:45). La confusión es entendible porque fuimos criadas como ayuda idónea (Génesis 2:18), entonces fuimos creadas como personas relacionales y por esto buscamos relaciones. El problema es que, después de Génesis 3, el pecado entró en nuestro corazón y el deseo de servir fue remplazado con el deseo de ser servidos. Por ello el egocentrismo mancha todo lo que hacemos, incluyendo el matrimonio. 

Como 2 Corintios 5:20 nos recuerda que “somos embajadores de Cristo”, entonces todo lo que hacemos debe reflejar a nuestro Dios. Génesis 2:24 nos avisa que “el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”, entonces nuestro matrimonio también debe reflejar una sola carne.

¿Cómo es posible que dos pecadores caminando juntos puedan reflejar a un Dios santo? Solamente es posible cuando los dos son creyentes, muriendo a sus propios deseos, deseando bendecir a su pareja y caminando en las huellas de Cristo. Aunque Cristo nunca se casó, podemos extrapolar estudiando sus pasos, como vivir para que el matrimonio refleje Su relación con la iglesia. 

Estudiando la vida de Jesús, vemos el modelo que nos dejó en Su caminar. La segunda persona de la trinidad dejó Su trono para servir a pecadores. Vino al mundo que Él había creado para rescatar a aquellos que Él creó y, finalmente, padecer en sus manos revelando el máximo grado de ingratitud que ha ocurrido en la historia de la humanidad.

Él se hizo vulnerable al nacer como cualquier otra criatura, honró y obedeció a sus padres, pecadores y falibles, para cumplir la ley que nosotros fuimos incapaces de hacer. Sufrió hambre, sed, tempestades, insultos, burlas y, finalmente, el rechazo, para regresar exactamente a donde comenzó… a Su trono. Él no ganó nada, sin embargo, nosotros ganamos todo.

Aunque fue Dios, solamente podía hacer lo anterior porque su enfoque fue fijado en el Padre y Sus propósitos. Entonces, para que tengamos éxito en nuestro matrimonio, necesitamos preguntarnos: ¿es este nuestro enfoque? La única forma que podemos glorificar a nuestro Dios en el matrimonio es cuando los dos somos creyentes enfocados y viviendo por Él, para que podamos unirnos en los tres aspectos de nuestro ser: emocional / intelectual, físico y espiritual. 

Es posible unirse físicamente con un no creyente, sin embargo, es imposible unirse espiritualmente; y aunque podemos tener muchas cosas en común intelectualmente y emocionalmente, la fusión de los dos seres será imposible en las tres áreas, porque nuestras cosmovisiones son totalmente diferentes (1 Corintios 2:14). 

Entonces Cristo murió para nosotros y nuestra respuesta debe ser vivir para Él. Aunque no estamos llamados a morir físicamente, somos llamados a morir diariamente a nuestros deseos (Gálatas 5:17). Por nuestras limitaciones, no somos capaces de hacer esto en nuestra fuerza sino en la fuerza de aquel que murió para nosotros (Efesios 6:10), manteniéndonos enfocados en Dios y reconociendo Su bondad hacia nosotras como Jeremías 29:11 nos recuerda: “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros –declara el SEÑOR– planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza”.

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