El rol de la mujer en la iglesia

Quiero comenzar con Génesis, porque mucho del debate en este tema radica en que olvidamos que nuestro Señor es quien nos creó, y como Él es sabio y perfecto, su creación tiene un diseño perfecto para que podamos lograr lo que Él quiere. De la misma manera no podemos olvidar que el hecho de que Él nos creó le otorga la autoridad de decidir nuestro rol.

Génesis 1:27 nos dice que la mujer fue creada a la imagen de Dios y 2:18 nos ayuda a completar la idea de que fuimos creadas como ayuda idónea. Sin embargo, los pasajes de Gálatas 3:28 y 1 Corintios 11:11-12 siguen completando esta idea, demostrando que los dos sexos son iguales en dignidad.

La “confusión” comienza en 1 Corintios 11:3 donde leemos: “Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios”. La confusión no es tanto bíblica sino cultural. Como vimos, según el Señor somos iguales en dignidad aunque con roles diferentes, pero el problema está en que nosotras traemos la cosmovisión secular cuando interpretamos la Biblia: el líder tiene más valor que aquel que es subordinado.

Parte del propósito del Señor es formarnos a la imagen de Cristo (Romanos 8:29) y Él, nuestra cabeza, es manso y humilde (Mateo 11:29); entonces nosotros necesitamos remover lo que hemos aprendido del mundo para reemplazarlo con las enseñanzas bíblicas.

En Génesis 1:27-28 Dios manda a ambos géneros a sojuzgar la tierra. Entonces, resumiendo todos los pasajes anteriores, la mujer debe trabajar en el hogar y en la iglesia ayudando al liderazgo masculino a pastorear la grey.

¿Quién puede entender a la mujer mejor que otra mujer? Y como el sexo femenino fue creado con la capacidad de conectar, cuidar y nutrir a otros ¿quién es mejor para trabajar con los niños? Proverbios 31, aunque habla sobre el trabajo en el hogar, demuestra claramente que la mujer debe ser una trabajadora. Ella no es alguien inútil o perezoso, sino alguien que apoya el liderazgo masculino estimulando la obra del líder.

Obviamente el hogar es el primer ministerio de la mujer. Pero vendrá un tiempo en el que ella no tendrá niños con necesidades vitales que deba llenar y cuando llegue la etapa donde tiene el tiempo y la experiencia, ella podrá ayudar en su segunda familia, la iglesia. Y esto es necesario por una muy buena razón: el Señor nos dejó un llamado de pasar el legado a la próxima generación (Tito 2:4-5).

El inconveniente está, de nuevo, en que la cosmovisión secular es demasiado fuerte porque va acorde con nuestros deseos y corazón engañoso, y no importa la cultura en la que vivamos, las expectativas siempre serán opuestas a las expectativas de nuestro Dios. ¿Por qué? Porque el príncipe de este mundo es… Satanás (Juan 12:31).

Génesis 3:16 demuestra que nuestro deseo es dominar a nuestros esposos: “tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti”. La palabra deseo en hebreo es “teshuqah”, la misma palabra usada en Génesis 4:7 donde el Señor está hablando con Caín y le dice: “Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo” (énfasis agregado).

La naturaleza femenina desde el principio ha sido la de dominar, y lo vemos aún en Eva cuando renunció a su rol de ayuda idónea para liderar a su esposo Adán. Desde entonces, estamos en una guerra espiritual (Mateo 10:34), pero esta guerra no es solamente con los poderes de las tinieblas sino con nosotras mismas también.

A través de la renovación de la mente (Romanos 12:2) aprendemos a obrar en el hogar y en la iglesia bajo el liderazgo masculino en una forma que honra a nuestro Dios. Cada uno de nosotros está siendo transformado a la imagen de Jesús, incluyendo los líderes, y nuestro rol es caminar juntos y en armonía, cada uno ayudando al otro a completar la obra que Dios ha asignado a cada persona individualmente y luego corporativamente en su iglesia.

Nuestro trabajo como soldados es usar las armas de Dios (Efesios 6) para vencer a nuestro enemigo y avanzar el reino de Dios. Y qué privilegio es ser usado por Dios en Su obra. A través de un caminar junto a Él, podemos pararnos hombro a hombro en la brecha con otros soldados de Cristo, para participar en la victoria de nuestro Salvador.

Las autoridades y poderes han sido desarmados en la cruz garantizándonos la victoria (Colosenses 2:15), entonces estamos sin excusa. ¿Qué mujer no quiere ser hermosa? Pablo en Romanos 10:15 nos recuerda cómo luce la hermosura verdadera y duradera: “¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡Cuan hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio del bien!”

Aunque Dios no nos necesita, Él nos regala el privilegio de experimentar el gozo de la salvación, y no solamente en nuestra salvación personal, sino multiplicándolo cuando Él nos usa como instrumentos para que más personas puedan entender la verdad.

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