El velo (Parte 1)

“Y convocó Moisés a todo Israel y les dijo: Habéis visto todo lo que el SEÑOR hizo delante de vuestros ojos en la tierra de Egipto a Faraón, a todos sus siervos y a toda su tierra, las grandes pruebas que vieron vuestros ojos, aquellas grandes señales y maravillas. Pero hasta el día de hoy el SEÑOR no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír.” – Deuteronomio 29:2-4 

Acabamos de regresar de un tour en Israel y al leer Deuteronomio 29 –algo que Moisés escribió hace aproximadamente cuatro mil años– me doy cuenta de que el corazón del pueblo judío sigue igual, sin entendimiento espiritual. 

Pasamos dos semanas con un guía, que es un judío secular inteligentísimo. Este guía conoce la historia, nos llevó a los sitios donde caminaron los grandes de la fe, nos enseñó los lugares donde ocurrieron los acontecimientos bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y hasta leyó los pasajes bíblicos pertinentes al lugar; sin embargo, no es creyente. Para él, todo giraba en torno al punto de vista histórico ¡sin entender las implicaciones espirituales!

Es increíble pensar que él, al igual que el pueblo, tienen fe en el Dios correcto, reconocen que han vivido las bendiciones del Señor y hasta se dan cuenta que siguen viviéndolas hoy en día. Entienden que es imposible llegar a donde han llegado sin la mano del Señor a su favor, creen en la “Tanaj” escrito por nuestro Dios, pero rechazan la realidad del Mesías.  

¿Cómo es posible que un pueblo pueda caminar con Dios por 40 años en el desierto con provisión milagrosa diaria, estudiar las Escrituras que hablan sobre Cristo (Juan 5:39), estudiar la historia de cómo Dios caminó con sus ancestros, que proveyó lo que necesitaban, los protegió de sus enemigos, ganó batallas que eran imposibles ganar si Dios no metiera la mano, como en Josué 10:13 cuando Él detuvo el movimiento del sol y de la luna para que ganaran, y todavía no creen en Aquel que Él mandó para salvarlos?  

Jeremías 17:9 nos explica “más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?”  Isaías 53:6 nos informa que “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino”, y aunque estamos hablando sobre los judíos, esto no es diferente con nosotras tampoco. Cada una de nosotras nacemos muertas en delitos y pecados (Efesios 2:1) y a menos que Él abra nuestro entendimiento, ¡no podemos ver la realidad de Dios! Por esto el salmista oró “Ábreme los ojos, para que contemple las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18).

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