El velo (Parte 2)

En la primera parte vimos cómo los judíos han recibido todas las revelaciones, milagros y bendiciones del Señor y todavía no reconocen a Jesús como El Mesías. En esta segunda sección veremos cómo es El Señor que abre nuestros ojos para que podemos reconocerlo.

Cuando Jesús se presentó a los discípulos después de Su resurrección, leemos en Lucas 24:45 que Jesús “les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras.” Ellos habían vivido con Él por tres años; Él fue su tutor personal; hizo milagros en su presencia y caminó en una rectitud constante a diferencia de cualquier otro ser viviente que ellos habían conocido. Pero aun así, no entendían lo que estaba ocurriendo hasta que el Señor abrió sus mentes. ¿Por qué?  Efesios 4:18 nos explica, estaban –y realmente nosotros estamos también– “entenebrecidos en su entendimiento.”

Según Efesios 2:8 la salvación es don de Dios, entonces podríamos preguntar “Si Dios es quien abre nuestra mente, ¿cuándo lo hace? ¿Si estamos muertas cómo podemos convertirnos? ¿Una persona muerta pudiera hacer una decisión?” 1 Corintios 2:14 nos enseña que “el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente.”  Si la única forma que podamos entenderlas es con la ayuda de Dios, la única conclusión razonable para mí es que nuestra mente y corazón son regenerados con la morada del Espíritu Santo para que entendamos la necesidad de salvación y, por ende, las Escrituras.

Yo sé que esto es controversial, pero pudiera ser cierto. Hace muchos años estaba testificando a una señora judía mayor, no creyente, y me contó algo que había pasado años atrás. Cuando era joven se enamoró de un cristiano, pero él le había dicho que solamente podía casarse con una creyente. Ella fue a la iglesia con él, vio la cruz en la pared y entendió que Jesús era el Mesías; sin embargo, ella sentía que no podía traicionar a su familia convirtiéndose al cristianismo y la relación terminó allí. Ella obviamente vio la verdad, pero como solamente se entiende espiritualmente, no entendió las profundidades espirituales de lo que estaba rechazando ¡y cincuenta años más tarde estaba en el mismo sitio! Jesús mismo dijo a Nicodemo en Juan 3:3 “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.”

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Yo no lo sé, pero sí sé que quien lo hace es Él y la razón es ¡para la gloria de Su nombre! Sin duda alguna todo es de Dios desde el principio hasta el final y ahora Filipenses 2:13 tiene mucho más significado para mí… “porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.”

¿Y entonces qué debemos hacer con este conocimiento? ¿Vivir tranquilamente porque Dios lo hará todo? ¡Claro que no! 2 Timoteo 2:25-26 lo dice bien claro: “corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad.” Dios nos ha garantizado que Él está con nosotras hasta el fin del mundo (Mateo 25:20) ¿Y para qué?  ¡Para ayudarnos, porque hay algunos que todavía entrarán en Su reino! Romanos 11:25 nos recuerda “que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles”. Entonces hasta que Él regrese habrá personas que Él traerá al arrepentimiento, ¡esto está garantizado! 

Nuestro trabajo es, primero, orar como Pablo lo hizo en Colosenses 1:9, “Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por vosotros y de rogar que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual”.

Segundo, orar para que Dios ponga en nuestro camino aquellos que Él ha elegido para Su reino y que Él abra los ojos de sus corazones para oír y entender la verdad. Debemos confiar como Pablo en 2 Corintios 4:6 “Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.”

Y tercero, orar para que Él nos dé las palabras adecuadas, las que ellos necesitan para tocar sus corazones. De lo cual Pablo habló en 1 Corintios 2:13, “no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.”

El Espíritu de Dios se está moviendo sobre la tierra. ¡No hay nada ni nadie que pueda obstruir Su obra y qué privilegio es que Él nos use para demostrar a otros Su glorioso Nombre!

Isaías 55:11 “así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié.”

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