Emigrante e inmigrante

Emigrante e inmigrante, soy ambas cosas. Primero, mi esposo y yo salimos de nuestro país dejando atrás todo lo conocido, lo cómodo, hasta cierto punto, porque era lo familiar. Dejamos atrás la familia, los amigos, la iglesia. Toda una vida para comenzar otra. 

Cuando uno emigra hace eso. Deja todo. Quema las naves como Hernán Cortés -para usar la popular frase- y decide que no hay vuelta atrás. Hay que empezar de cero. 

Y entonces nos convertimos también en inmigrantes. Esta es la persona que llega a otro país y allí decide establecerse. Decide que a partir de ese momento, ese nuevo suelo será su casa, su país. 

En estos años he aprendido que en el tema de la emigración/inmigración solo hay dos clases de personas: los que deciden que, ya que emigraron, ahora tienen que comenzar una nueva vida, y aquellos que, a pesar de haberlo hecho, quieren seguir viviendo en el nuevo lugar como si todavía estuvieran en el anterior

También he aprendido en estos años que el éxito está con los primeros y no con los segundos. 

Ahora bien, no pretendo hoy hablar del candente tema migratorio, sino que quiero usar toda esta experiencia a modo de analogía, porque cuando pensaba en escribir este artículo fue precisamente eso lo que Dios me dio: en el mundo espiritual también somos ambas cosas, emigrantes e inmigrantes. 

Verás, para emigrar legalmente se necesita una visa, que es el permiso del país de entrada para establecerte allí. En el sentido espiritual, para emigrar de la vieja vida, la vida que tanto queremos dejar atrás, también necesitamos visa. 

La buena noticia es que en este nuevo país, el Reino Celestial, no hay un proceso de selección. ¡Todos podemos obtener la misma visa! La única condición: solicitarla. ¿Cómo? Pidiéndole a Jesús que perdone nuestros pecados y aceptando Su oferta de señorío y salvación. Así de fácil. Completo. Ese proceso no necesita nada más. Una vez que lo has hecho, estás listo para convertirte en inmigrante. Ahora puedes insertarte en este nuevo país, en el Reino de Dios. 

Lamentablemente, al igual que en el mundo físico, muchos no entienden la verdad de que si quieren triunfar en este nuevo país, necesitan dejar todo lo que quedó atrás y aprender un nuevo sistema de vida. 

No quiero que me malinterpretes. Estoy usando una analogía. Cuando emigramos seguimos queriendo a nuestra familia y seguimos amando nuestras raíces, pero es crucial entender que ahora somos parte de una nueva cultura, de un mundo diferente, y si queremos triunfar necesitamos aceptar esa realidad. Y, por supuesto, adoptar lo bueno, no lo malo, de esta nueva vida. 

En el mundo espiritual pasa de modo similar. No podemos vivir en el Reino de Dios con los mismos hábitos, costumbres y arrastres que traemos de nuestro país de origen, el mundo de pecado. ¡No hay éxito de esa manera! 

El apóstol Pablo lo entendió muy bien. En múltiples ocasiones les repetía a los diferentes cristianos de las iglesias con las que tuvo contacto frases que hacían referencia a esta nueva vida y renunciar a la anterior. 

“…olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14, cursivas mías). 

“Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:1-3, cursivas mías). 

“Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!” (2 Corintios 5:17, cursivas mías). 

¿Lo viste? Ya que tenemos una vida nueva, ya que emigramos e inmigramos, necesitamos vivir la vida nueva y dejar atrás la vieja. ¡Así tenemos el triunfo garantizado! 

¿Por qué nos encaprichamos entonces en querer traer lo viejo a lo nuevo -en seguir viviendo lo mismo, enfocadas en el pasado, repitiendo los mismos errores- cuando tenemos la opción de una vida nueva, fresca, con un futuro glorioso? 

Quizá nunca emigres de tu país y no entiendas bien esta realidad que te comparto del mundo “físico”. Pero si estás leyendo este blog es porque eres emigrante/inmigrante del reino espiritual y por tanto las verdades aplican de la misma manera. 

Si quieres vivir la vida que Dios diseñó para ti, necesitas aprender el secreto de los emigrantes que triunfan (y aplicarlo a tu vida espiritual): los que al inmigrar adoptan todo lo que el nuevo país les ofrece, disfrutan de sus derechos como ciudadanos y también están dispuestos a cumplir con sus deberes. 

Cristo pagó un precio muy alto por esa “visa” que ahora tenemos. ¿Por qué seguir atascadas en la vida anterior?

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