En busca del amor eterno

Mis abuelos maternos se divorciaron cuando mi mamá era muy pequeña. Mis padres también se divorciaron cuando yo tenía 6 años. Al principio de mi matrimonio yo solía preguntarle a mi esposo: “¿El divorcio no será parte de nuestra historia nunca, verdad?” Sin embargo, era yo la que a veces, en esos primeros tiempos, mencionaba la tan temida palabra que empieza con “d”.  

Supongo que el haber crecido con eso como parte de mi vida, tuvo algo que ver con la inseguridad que sentía y también con cuestionarme si realmente era posible tener un matrimonio exitoso que sobreviviera las buenas y las malas. Experimentar un amor que fuera eterno, como el que a veces nos dibujan en las novelas y en los cuentos de hadas. 

Hoy veo las cosas diferentes. A pesar de que sé que mi esposo me ama con todas sus fuerzas, y yo también a él, no hay amor humano perfecto. Y si así lo esperamos, terminaremos desilusionadas. Mi mamá y su esposo ya tienen más de 30 años de matrimonio; han pasado tormentas -quizá “huracanes” sea una mejor definición- pero ahí están, para la gloria de Dios. 

Quizá la famosa palabra “d” ha marcado tu vida de alguna manera y con muchas probabilidades no formaba parte de tus planes. Tal vez creciste pensando que nadie podría amarte nunca realmente. Déjame en este espacio pequeñito escribirte las palabras que Dios tiene para ti en este día, y donde está el espacio en blanco, pon tu nombre: 

“Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno. Con amor inagotable te acerqué a mí. Yo te reedificaré, [               ]. Volverás a ser feliz y con alegría danzarás…” (Jeremías 31:3-4). 

Ya sea que tus padres se divorciaron, que tú misma has vivido el divorcio o que alguna otra experiencia triste te lleva a pensar que no podrás disfrutar nunca el amor eterno, haz tuya estas palabras. Dios te ama con amor eterno, inagotable. Y Él puede reedificar tu vida. Lo que para nosotros parece un final es solo un principio para Dios, si estamos dispuestas a poner nuestras vidas en sus manos con toda confianza. 

Mujer, tú puedes volver a ser feliz al punto de danzar con alegría, primero porque Dios, el Rey del universo, el creador de todas las cosas, promete amarte incondicionalmente: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados”. 

Segundo, porque ese mismo Dios es especialista en reconstruir donde antes hubo ruinas. Pregúntale a una famosa mujer de la Biblia, no sabemos su nombre, solo que la palabra “d” la marcó al menos ¡5 veces! Su historia está en el evangelio de Juan en el capítulo 4. ¿Cómo reconstruyó Dios sus ruinas? Ella se convirtió en la primera evangelista de Samaria, pues fue y contó a todo el mundo lo que aquel hombre que encontró en el pozo había hecho en su vida. Y te garantizo que a partir de ese día nunca más fue la misma. 

No tienes que seguir anhelando el amor eterno y perfecto, está al alcance de tu mano, si tan solo das el paso y aceptas Su invitación. No esperes más. No tienes que seguir llorando cuando nadie te ve, ni buscando en el lugar equivocado, ni cubriendo con maquillaje la tristeza. Hay una opción mejor que hoy te dice: “…te amo y eres ante mis ojos precios[a] y dign[a] de honra” (Isaías 43:4), firmada por Dios.

Loading controls...