En busca del rostro de Dios

¿Es posible predecir el futuro? Sé que a la mayoría nos gustaría poder hacerlo, en especial considerando nuestra situación actual. Muchas personas se preguntan cuándo todo volverá a la normalidad, o si alguna vez sucederá. Quizás nos demos cuenta de que necesitamos cambiar ciertos aspectos de nuestra vida en vista de lo que ahora comprendemos. Por ejemplo, estoy convencido de que a partir de ahora todos nos lavaremos más las manos.

Sin embargo, la verdad es que esta situación no solo transformará nuestra sociedad, sino que nos cambiará personalmente en maneras en las que ni siquiera podemos pensar. Para la mayoría de nosotros, el antiguo patrón de vida se rompió y, en su lugar, ha surgido uno nuevo.

Esto comenzó por necesidad, pero a medida que pasaron las semanas, se formaron nuevos hábitos. Hemos pasado a estar conscientes de las necesidades en nuestros hogares. Hemos reconocido que llevamos por dentro preguntas sin respuesta, cuestiones sin resolver y áreas intensas de frustración. Hemos visto que algunos aspectos en cuanto a cómo funcionamos en realidad no están bien y que tenemos que eliminar algunas dependencias.

En otras palabras, nos hemos dado cuenta de que no estamos experimentando la vida abundante que Dios quiso que viviéramos como creyentes en Cristo.

Después de todo, esto es lo que Cristo nos da. Él dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Una vida que no se limita al simple entendimiento humano, sino una vida guiada y fortalecida por la sabiduría sobrenatural de Dios Todopoderoso.

Pero si somos sinceros, podemos admitir que en esos momentos en los que sentimos que se asientan la desesperanza, el dolor y la confusión, nos preguntamos si la vida cristiana de hecho vale la pena. Sin duda, esta temporada de confinamiento nos ha dado mucho tiempo para sopesar sobre lo que es efectivo y lo que no lo es.

Pero, si bien es cierto que tal vez no podamos predecir el futuro, en las Sagradas Escrituras se nos enseña una manera de asegurarnos de que estamos en el mejor curso posible. Gálatas 6:7 nos dice: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Ahora bien, no se quede con la idea de que ya ha escuchado esto antes y tampoco descarte este mensaje porque crea que no ha estado plantando o cosechando nada durante este tiempo de confinamiento. Comprender que cosechamos lo que sembramos, más de lo que sembramos, después de sembrarlo, es en esencia crucial en los momentos en los que sentimos que no estamos logrando mucho.

En este momento de la historia, usted está sembrando más de lo que cree en su espíritu. Está permitiendo que más cosas de lo habitual influyan en quién es usted y en qué se convertirá. Se están estableciendo nuevos hábitos y patrones de vida, por lo que este es un tiempo para ser activo en la elección de lo que le influenciará o no.

Gálatas 6:8 nos dice: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Pregúntele a cualquier agricultor y le confirmará este principio. No puede plantar zanahorias y esperar cosechar coles de Bruselas. Si siembra semillas de tomate, no obtendrá un peral.

En estos momentos, estamos más que nunca influenciados por la perspectiva carnal. Escuchamos a diario a científicos, médicos, legisladores, economistas y medios de comunicación para obtener actualizaciones y conocimiento. Esto no es algo necesariamente malo, pues necesitamos comprender lo que está ocurriendo.

Sin embargo, no representan la voz final en nada de lo que nos sucede, ni mucho menos. No pueden predecir el futuro.

Pero Aquel que tiene nuestro futuro en sus manos, dice: “[yo] anuncio lo por venir desde el principio” (Isaías 46:10). Él desea guiarnos, satisfacer nuestras necesidades, responder nuestras preguntas, corregir nuestros errores, elevar nuestras vidas de lo ordinario a lo extraordinario y guiarnos a un futuro increíble (Jeremías 29:11–14). Y Él está esperando que respondamos a su llamado.

Se nos ha dado el regalo del tiempo para que podamos entregar con cuidado y determinación cada aspecto de nuestra vida a Dios para que Él los moldee e influencie; para que purgue lo que está destruyéndonos y construya su reino en nosotros y a través de nosotros; para que nos restaure para honrarlo y establezca el camino hacia un futuro mejor de lo que podríamos imaginar.

Mi corazón está agobiado porque la mayoría de la gente no está aprovechando esta gran oportunidad. Muchos están sembrando para la carne: quejándose, cediendo a la impotencia y peleando batallas triviales en lugar de sembrar para el Espíritu y experimentar la plenitud de la vida que Dios tiene para nosotros.

No haga usted lo mismo.

Hoy le desafío a buscar a Dios. Busque su rostro. Plante su Palabra en su corazón, pero no permita que sea “lo de siempre”. No se trata solo de resolver sus problemas temporales (aunque también son importantes) sino de que usted sea transformado de una manera que importe en la eternidad.

Entonces, cuando vaya delante de Dios, deje que Él le guíe (Eclesiastés 5:1–2).

Tendemos a orar diciendo: “Señor, ayúdame con esto y muéstrame qué debo hacer con esto otro”. Pero, más bien, busque a Dios. Haga de Él su prioridad:

• Señor Jesús, enséñame quién eres.
• Te abro mi corazón. Te clamo en relación a... (Sea franco y transparente con el Señor. No se avergüence de sus verdaderos sentimientos: Él quiere encargarse de ellos).
• Padre, cúrame y descubre las cosas ocultas que deseas sacar a la luz.
• Señor, revela todo lo que te desagrada de mí para que pueda confesarlo, arrepentirme y eliminarlo de mi vida para siempre.
• Dios, muéstrame lo que deseas, cuál es tu voluntad.
• Señor, ayúdame a ver tu mano en cada situación, lo que estás logrando.
• Señor Jesús, ayúdame a ver todas mis circunstancias desde tu perspectiva.
• Espíritu Santo, ora a través de mí por los demás.
• Padre, ¿qué estás enseñándome? ¿Cómo puedo responderte en obediencia? Ayúdame a aprender la lección, y a siempre responder en conformidad contigo.

Escuche lo que el Señor le está diciendo. De hecho, anótelo y medite en lo que sea que Él le comunique durante el día.

Al final, lo cierto es que el futuro está delante de nosotros. Lo que hagamos hoy da forma al mañana. No necesitamos predecir el futuro. Por el contrario, debemos obedecer a Aquel que ya lo ha visto, lo tiene en sus manos y nos guía por el mejor camino.

No pierda esta oportunidad. Busque a Dios con todo su corazón, porque lo encontrará y Él le mostrará qué hacer.

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