En cada ocasión, Dios con nosotros

Recordé lo fuera de forma que estoy cuando, literalmente, entré corriendo al santuario sin perder tiempo. Estoy bastante segura de que fui la última en sentarme en una habitación llena de cientos de personas. En serio – la última.

De verdad que no tenía tiempo para esto.

Las mujeres de nuestra iglesia se reunían para la celebración de Navidad. Mientras que la música festiva sonaba, la hermosa decoración brillaba en las mesas y las mujeres disfrutaban la conversación, me senté allí con un millón de cosas en la cabeza. Acababa de dejar una casa llena de niños con la tarea aún pendiente por hacer, todavía estaban en el ático mis decoraciones de Navidad y mis tareas para diciembre crecían a cada momento.

Durante el mes más ocupado del año, en solo cinco minutos ya estaba inquieta en mi asiento.

Miré alrededor de la habitación llena de gente y vi a mujeres de todas las variedades y edades. En un momento combinaron sus voces y había risas por todas partes hasta que se escuchó esto:

“Santo, Santo; me inclinaré ante mi Señor y Rey

Aleluya Has venido a nosotros

Haces nuevas todas las cosas”

La habitación no tardó en quedarse en silencio mientras la solista comenzó a cantar tiernamente, y mi corazón fue declarado culpable en el acto.

Has venido a nosotros.

Eso lo resume todo. Pero en el medio de una programación demasiado apretada y expectativas totalmente equivocadas, me lo estaba perdiendo a lo grande.

La música continuó y no pude dejar de notar que la mujer sentada justo enfrente de mí estaba en silencio llorando. Yo no conocía su historia, pero sin decir una palabra su comportamiento me comunicaba que sus lágrimas venían de un lugar de dolor …

Así de increíble, has puesto nombre a las estrellas

De la noche más profunda

Todavía me amas

Has dicho mi nombre

Te seguiré”

Cada temporada tiene algún tipo de tensión – he aprendido esto en mis cuarenta y dos años. Las luces pueden brillar y nuestro corazón llenarse de alegría un momento, y al minuto siguiente se puede llenar con un profundo sufrimiento. No importa dónde nos encontramos tú y yo en ese espectro, hoy todavía subyacen restos que nos recuerdan que, hasta que Jesús regrese, todas vamos a estar un poco inestables aquí.

“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” – Mateo 28:20

Los discípulos habían estado en la montaña rusa de la vida.

Habían estado caminando y hablando con Jesús, viéndole realizar milagros y disfrutando de una íntima comunión con Aquel que los llamó de la multitud y los puso en un asiento de primera fila para Su gloria. Pero justo cuando la alegría de experimentar el Dios-hombre estaba en su máximo, el maremoto estrelló contra ellos.

Los soldados lo golpearon y lo crucificaron. El mundo lo rechazó y la luz fue atenuada.

Pero dale un par de días – tres para ser exactos – y una nueva ola de emociones corrieron desde que llegaron a la tumba vacía. Algunos creyeron en un instante, mientras que otros necesitaron pruebas, pero la alegría surgió mediante la convicción de que la muerte había fallado en hundirlo.

“Santo, Santo, Dios Todopoderoso

No hay nadie como tú

Santo, Santo, Dios Todopoderoso

No hay nadie como tú”

Camaradería, milagros y la alegría regresaron por una temporada. Pero no se pongan demasiado cómodos. Después de que pasaron cuarenta días, la próxima ola vino.

¿Resucitaste de entre los muertos, sólo para dejarnos otra vez?

Algunos adoraban y algunos dudaban en la montaña ese día, y entonces Jesús encomendó una tarea difícil – una que podría haber sonado francamente imposible a estos hombres que estaban, muy probablemente, cansados de todos los giros, vueltas, altos y bajos de los últimos días y años.

 “¿Saben que el mundo que me rechazó? Vayan a ellos en Mi nombre.”

Me puedo imaginar el corazón de Jesús ese día mientras miraba hacia los ojos de los hombres que irían por todo el mundo. Él sabía lo que sentían – cada uno de ellos – y por eso para terminar definitivamente su terrenal arreglo con la comodidad necesitaban oír en este nuevo período:

“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” – Mateo 28:20

La tensión continuaría con alegrías y pruebas por venir, pero Su presencia permanecería.

Emanuel, Jesucristo

Nunca me dejes ir

Mi Pastor-Rey

Estás mirando sobre mí

Emanuel”

La solista terminó con el potente coro y ahora era yo la que tenía lágrimas abundantes corriendo por mi cara – esta vez no de profundo dolor, sino porque finalmente me quedé quieta el tiempo suficiente para comprender la maravilla de todo.

Emanuel, Dios con nosotros.

El mejor regalo de todos, en todas las estaciones.

Por Whitney D.

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