Es hora de reunirse alrededor de la mesa

“restauradlo con espíritu de mansedumbre…” – Gálatas 6:1

Estábamos terminando la universidad, preparándonos para el matrimonio y deseosos de continuar con nuestras vidas.

Justo entonces, nos encontramos reunidos alrededor de la mesa.

Estaba desgastada por años de servicio. Escritos en papel que habían dejado su huella en la madera. Círculos dejados por vasos, pequeños arañazos e incluso algunas abolladuras, signos visibles de que alrededor de ella se había pasado tiempo con la familia y los amigos. Muchos fueron bienvenidos alrededor de esta mesa a través de los años con un propósito. Y ahora era nuestro turno.

Nuestro pastor nos había recomendado a esta pareja como personas sabias a las que merecía la pena escuchar. “Escuchen bien” –nos dijo– “y aprenderán cómo hacer más de Jesús en su matrimonio”.

Y nuestro tiempo alrededor de la mesa fue real y enriquecedor.

Hablaron con suavidad sobre tentaciones pecaminosas y soluciones reales que se encuentran en la Palabra de Dios.

Hablaron con compasión de los cambios inevitables y de la carrera que vale la pena correr hasta el final.

Hablaron con confianza del gozo duradero, del compromiso inquebrantable y de Aquel que lo mantiene todo unido por Su gracia.

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Yendo hacia delante unos años en nuestro propio hogar, pasamos años para comprar una mesa de cocina de diseño. Sintiendo el peso de su valor, tomamos medidas para mantener su aspecto impecable:

Manteles para proteger el acabado pulido.

Niños que eran enseñados a jugar en otro lado.

Actividad limitada alrededor de esa mesa para mantener una imagen que pudiera impresionar a cualquier invitado.

Todo iba bien hasta un día en el que bajé la guardia y un pequeño niño arrastró un objeto afilado hasta lo más profundo de la superficie de la mesa, rayándola más allá de cualquier reparación. Lloré sobre esta posesión dañada por la que habíamos trabajado tanto para obtener y preservar.

Pero, sorprendentemente, no mucho tiempo después, sucedió algo liberador.

Un dulce alivio nació en nosotros cuando nos dimos cuenta de la libertad de no tener que mantener la mesa en una apariencia imposible. Las imperfecciones permanentes que en un principio nos habían devastado, se convirtieron en la puerta abierta que necesitábamos para descansar y disfrutar del propósito con el que se había comprado. Las cicatrices se convirtieron en un hermoso recordatorio de la gracia.

¿La mejor parte? Nosotros comenzamos a reunirnos realmente alrededor de esa mesa y comenzó la dulce comunión.

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Pablo nos advierte con pasión que es tiempo de que los creyentes nos “reunamos alrededor de la mesa”. Cuando cambiamos nuestras obras, nuestra auto-preservación imposible y nos vaciamos de apariencias vacías para llenarnos de la nueva vida que Jesús ha comprado para nosotras con Su sangre, somos libres para llevar las cargas de los demás (Gálatas 6:2), sembrar en lo eterno (Gálatas 6:9) y gloriarnos en nada más que la cruz (Gálatas 6:14).

¿Y nuestras cicatrices? Se convierten en un hermoso recordatorio de la gracia.

¿Estás cansada de vivir un evangelio vacío?

Toma una silla, acepta la libertad real, lleva las marcas de Jesús.

Hay lugar en la mesa para ti.

Por: Whitney D.

Desafío: Esta semana reúnete “alrededor de la mesa” con alguien de la familia de Dios con el propósito de hacer alguna de estas cosas: ayudarse a llevar las cargas uno de otro, animarse uno a otro a no rendirse o gloriarse en lo que Jesús ha hecho por ustedes.

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