¿Escasa de Palabra?

Mi hija es una lectora insaciable; ganadora de concursos de lectura y apasionada por sus libros como realmente nunca había visto en alguien de su edad. Hace unos días ésta lectora ávida y yo tuvimos una conversación más o menos así: 

—Mami, ¿te puedo decir algo?

—Claro.

—A veces me aburre leer la Biblia, ¿eso estará mal?

—¿Sabes? A mí también me pasaba así —le dije después de unos segundos de pensar mi respuesta—. Pero un día le pedí a Dios que me ayudara y que pusiera en mí muchos deseos de leerla, al punto de que me encantara. Y poquito a poco comenzó a pasar.

—¡Qué alivio!

—Tú puedes pedirle eso también y verás que llegarás a amarla.

Algo muy parecido me dijo una compañera de ministerio, quien ama a Dios y le sirve con pasión: “Quisiera que oraras por mí porque me cuesta mucho leer la Biblia. No siento la misma pasión que antes”.  A ella también le conté mi experiencia con mi hija Daniela. 

¿Qué será lo que pasa entre la mayoría de los cristianos del siglo 21 que queremos experimentar a Dios en nuestras vidas y, sin embargo, vemos una falta de interés en Su Palabra? 

Hace unos días escuché en la radio unas estadísticas que me dejaron consternada. Eran sobre una encuesta realizada a personas que asisten de manera regular a la iglesia. La mayoría, más del 75% si mal no recuerdo, falló a las preguntas, las cuales no eran de teología sino de conocimiento bíblico elemental, como el que damos a los niños en la Escuela Dominical. 

Sin dudas este es un tema muy largo que no cabe en el espacio que debe tener este artículo, pero voy a compartir contigo algo que el Señor me enseñó mientras leía el Salmo 119. 

- Necesitamos sentir pasión por la Palabra de Dios, pasión real. “A toda hora siento un nudo en la garganta por el deseo de conocer tus juicios”,(versículo 20). Eso sí que es pasión. ¿Y cómo se logra esa pasión? Pidiéndoselo a Dios y luego haciéndonos el propósito de leerla todos los días. No hay ningún secreto ni método especial. Es así de sencillo.

- Necesitamos entender que la Palabra de Dios nos da vida y por eso tenemos que atesorarla. “Estoy tirado en el polvo; revíveme con tu palabra”, (v. 25). “Lloro con tristeza; aliéntame con tu palabra”, (v. 28). ¿Por qué nos da vida? Porque la Palabra nos revela al Autor de la vida (1 Juan 1: 1-2, NVI).

- La Palabra es como un lente que nos permite entender lo que de otra manera no podríamos. “Perseguiré tus mandatos, porque tú aumentas mi comprensión”, (Salmos 119:32, NTV). En Hebreos 4:12 se nos da una definición clara de lo que la Palabra de Dios puede hacer: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón”.

- La Palabra de Dios nos libera. “Viviré con toda libertad, porque he buscado tus preceptos”, (v. 45). El propio Jesús declaró que la manera de ser libres es esta: “Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”, (Juan 8:31-32, NVI).

- La Palabra de Dios nos da consuelo. “Medito en tus antiguas ordenanzas; oh Señor, ellas me consuelan”, (v. 52). Por eso tiene mucho valor memorizarla, para cuando llegan los momentos de angustia, de duda, de temor, etc. 

¿Queremos experimentar a Dios en nuestra vida, de manera real? ¿Queremos permanecer firmes en lo que creemos? ¿Queremos poder animar a otros? ¿Queremos enseñar la verdad a nuestros hijos? Entonces tenemos que apasionarnos por la Palabra de Dios. No hay otra manera. Su Palabra es el pan que no envejece, el alimento que para siempre satisface, la verdad eterna que no cambia. 

Llenarnos de la Palabra de Dios no es una opción para aquellos que decimos amarle, es un mandato. 

“Que el mensaje de Cristo, con toda su riqueza, llene sus vidas”, (Colosenses 3:16).

“Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo ahora que han probado la bondad del Señor”, (1 Pedro 2:2, NTV). 

Señor, perdónanos cuando no entendemos que tu Palabra es vida y que sin ella perecemos. Haznos ver que necesitamos llenarnos de ella y no meramente conocerla. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, la Palabra de Vida, amén.

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